Háblale de suciedad a alguien que vive entre las calles Mariana Pineda y Ana Frank, donde por mucho baldeo que hagan los servicios municipales de limpieza es imposible pasear sin pisar la correspondiente caca de perro porque están todas las aceras minadas. Obviamente en la periferia no gozamos de las atenciones que en Oilveros o el Paseo, pero considero que la falta de civismo está detrás de gran parte de esos problemas de limpieza. No puede ser que pasen los operarios y en un par de horas los vecinos salgan con la mascota y dejen la zona plagada de excrementos y orines. Leí que en la nueva ordenanza se exige a los propietarios llevar un botellín de agua además de la correspondiente bolsa para eliminar esas meadas malolientes, pero mucho me temo que si esa normativa no se aplica con el correspondiente régimen sancionador al final todo el mundo la tomará como el pito del sereno. Hasta que no nos tocan el bolsillo no termina de dolernos. En definitiva, que para mí la clave está en la educación de los niños desde bien pequeños porque, ya de adultos, es imposible corregirlos. Y luego la culpa siempre para el alcalde de turno...

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