Análisis

alejandro morales

No, no son tan inútiles

Quien no haya menospreciado a ediles y alcaldes que tire la primera piedra

Son unos inútiles, que no valen para otra cosa y por eso se meten en política. O unos trincones, que quieren llevárselo crudo sin dar un palo al agua. Son unos narcisistas redomados, encantados de conocerse a sí mismos y ávidos de salir en fotos y en páginas de periódico, y que los vean en su pueblo, los reconozcan por la calle y puedan subirse al escenario de la plaza para poner bandas a las reinas de las fiestas. Quien no se haya expresado así sobre los alcaldes y concejales de su pueblo o ciudad alguna vez en la vida, que tire la primera piedra. Yo el primero. Y es profundamente injusto y alejado de la realidad, máxime si se generaliza al modo simplón con el que los humanos nos solemos manejar en el día a día.

El hombre es un lobo para el hombre. Ya lo dijo Plauto en el Siglo II antes de Cristo. Y Hobbes, mucho tiempo después.

El fango de las corruptelas, y las municipales suelen ser menos aparatosas que las de la política de 'arriba', lo emborrona todo, aunque también ayuda la propia condición humana, envidiosa y rastrera en muchos casos.

Estuve varios años trabajando en prensa de un Ayuntamiento de pueblo pequeño, y lo vi con mis propios ojos. Vi al concejal de Obras mojarse para cerrar llaves de paso averiadas de madrugada; al de Deportes hacer bocadillos y montar vallas como el primero para cualquier evento; a la de Turismo currar como una leona para que aquel folleto, o aquela presentación promocional brillara. Vi a la de Servicios Sociales buscar dinero debajo de las piedras para ayudar a una familia con niños pequeños. Y al de Empleo, una persona discreta, buena y sin ningún problema económico, aguantar carros y carretas a diario, de gente acostumbrada al subsidio y que exige un trabajo por la cara, con gran desfachatez y ausencia de escrúpulos. Vi al alcalde dedicar varias horas al día para escuchar miles de historias de todo pelaje, sin perder ni el ánimo ni la compostura. Nadie me lo ha contado. Lo viví y, lo reconozco, la experiencia hizo que cambiara mi mirada.

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