V IVIVIMOS en el ámbito de una tormenta surrealista. Casi todo se ha tornado irracional y onírico. Una pesadilla, como esas que origina el cenar mucho y dormirse pronto.

Leemos en la prensa lo que dicen los agoreros - "el virus puede volver en otoño y causar cincuenta millones de muertos" - y al asomarnos a la mañana recién nacida nos viene el desconcierto de las encrucijadas: ¿salir a calle abierta sabiendo que el virus está emboscado en el aire y en la cercanía de tus semejantes, o permanecer en la guarida del hogar hasta que acabe esta guerra? Temeridad o prudencia, ¿qué camino tomar?

Que el burro decida, por más que nos fuera bien que Íñigo de Loyola pusiera su destino y el de la Compañía de Jesús en el "libre albedrío de su caballería", no es lo más recomendable. Pero hay miles de personas que no están haciendo lo más recomendable; todo lo contrario. Con las ansias de jarana acumuladas durante el estado de alarma, acuden a las discotecas y a los botellones "pasando" de las advertencias de las autoridades cuyos criterios cambiantes tanto nos desconciertan.

En los informes policiales sobre el incumplimiento de las normas de la desescalada, aparecen casos de resistencia a la autoridad con escupitajo incluido a los agentes, quienes se ven obligados a detener a los escupidores. Es todo esto tan extraño…

La nueva normalidad dará carácter de cosa propia al lapo. Y será menester reconocer en el código penal la gravedad o no de su uso, en modo de ataque punible o legítima defensa, así como la severidad mayor o menor de la sentencia en función del peligro que tenga el salivazo. Hasta es posible que a alguien se le ocurra recuperar el predicamento que tuvo en otros tiempos saber escupir - un amigo de la infancia, pendenciero el chaval, lo bordaba gracias al hueco en su sonrisa que le hizo el puñetazo de alguien más bruto que él - "no hay mal que por bien no venga" - También podría ocurrir que, de moda el concurso de lapos, se incorporara a los programas de fiestas populares como una variante del de el "lanzamiento vocal" del hueso del melocotón cuyo record mundial, según cuentan en Cieza, lo mantiene su ilustre paisano don Teodoro García Egea. Es todo tan extraño… Ya imagino en los programas de entretenimiento de determinados canales de televisión independentista, esta movida de la nueva normalidad consistente en ver quién escupe más fuerte y con más tino, la foto del tricornio. O la de la corona.

Todo lo escrito aquí y ahora parece broma, y lo es. Aunque veremos qué pasa… mientras el mundo gira.

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