El otro día me hizo mucha gracia un meme que venía a decir que si eres de los que mandabas y recibías por carta (carta postal, ojo) los cambios semanales en tu equipo de la Liga Fantástica Marca, entonces es que eres bastante boomer, posiblemente además de esa categoría premium en la que los jovenzuelos de ahora pretenden encasillarnos a los cuarentones: los padres. "Eres muy padre", responden ahora todo el tiempo los zagalones en redes, hayas engendrado o no vástago, claro.

Reconozco que, desde la fiebre por aquel juegazo con ese impagable componente epistolar de nuestra adolescencia, tardé luego un tiempo en reengancharme a los juegos tipo Fantasy, y debo admitir por el camino que nunca me interesé por el PC Fútbol, algo que no sé si debería darme vergüenza, pero que sin duda estuvo influido por carecer durante muchos años de ordenador en casa. Una contingencia como otra cualquiera. Pero bueno, tampoco vi nunca Bola de Dragón y llegué al Chavo del 8 ya en las reposiciones, cuando mis amigos llevaban años diciendo machaconamente que era un menso. Y aquí estoy, viviendo y coleando, aunque no lo merezca.

El caso es que probé con el Comunio y redescubrí sensaciones dormidas que me hicieron volver a revestirme de director deportivo y de entrenador a la vez. Volví. Pero todos intuíamos que aquel juego tenía sus días contados porque ni lograba avanzar en diseño, ni tampoco evitar sus múltiples y continuos cuelgues. Solo faltaba que se cruzara un clon más atractivo y jugable, era cuestión de tiempo, y llegó en la figura del Biwenger, con ese nombre tan dado a escribirse mal que sigue enganchando hoy a estos padres que mamamos de aquella Liga Fantástica. Hoy, mi Lokomotiv Poniente pelea duramente cada semana contra equipazos de Benahadux, Alhama, Huércal, Vera... y es lo último que miro por la noche y lo primero que veo por la mañana. Y no sé si debería preocuparme, pero ya para mí no es una prioridad que gane el Madrid. Ahora quiero que 'mis' jugadores puntúen a tope. Caiga quien caiga. Debe ser cosa de la edad.

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