Todo estaba listo y previsto. Era el momento o lo parecía. El mal tiempo se había calmado tras azotar de forma inmisericorde y provocar aplazamientos -Leganés- durante semanas. La expedición -equipo- llegaba ilusionada y con confianza después de su progresión copera y la aclimatación estaba garantizada tras 17 jornadas seguidas en play-off. Pero, de repente, todo cambió. La Segunda, como ocurre en la alta montaña, es muy traicionera y no admite la relajación. Las previsiones no se cumplieron. Las temperaturas cayeron en picado, comenzó a nevar de forma copiosa y las avalanchas se sucedieron. El mal de altura y la falta de oxígeno, su derivada, se cebaron con José Gomes, quien emitió inequívocas señales de confusión. Las rachas de viento, por encima de 100 kilómetros por hora, completaron un cuadro dramático, casi dantesco. Estaban cerca, más cerca que nunca, pero los unionistas han fracasado en su doble intento de hacer cumbre en lo más alto de la categoría, por cuestiones propias y otras ajenas a su firme voluntad. El equipo descansa ahora en el campamento base -tercera plaza-, de forma compartida con otra expedición -Leganés- a la espera de nuevas oportunidades. Lo hace exhausto, cargado de dudas y en medio de una densa niebla. Acaso, el próximo lunes el panorama sea distinto. Una victoria sobre el Lugo y el resultado del Sporting -Espanyol del domingo quizá ayuden a ver la situación de otra forma. Lillo buceó en el voleibol, donde su hermano ejerce de entrenador, sobre conceptos de su metodología para aplicar al fútbol. Gomes puede buscar en el montañismo el ejemplo de los escaladores que no desfallecen. El permiso oficial caduca el 30 de mayo. Los unionistas han de encontrar nuevas opciones de hollar el liderato entre las 16 jornadas que restan.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios