Es dice mucho en deportes de equipo lo de "matar el partido". Ya saben, en fútbol por ejemplo si un equipo va ganando 0-1 como la UDA el miércoles en Leganés, lo que busca es sentenciar. Y de hecho lo hace prácticamente con ese virtual 0-2. Pero no le concedieron el segundo a Sadiq y los locales acabaron remontando, resucitando. A veces nos pasamos un poco con el lenguaje deportivo, no dudamos en hablar de muerte, con lo dura que es la palabra. De morir, de matar. De morir matando o en la orilla. Todo muy de película, con jugadores que parecen o se creen pistoleros. No es que sea exclusivo del fútbol, pues sin ir más lejos en mi querido y practicado ciclismo tenemos al pistolero Contador o al Bala. Parece que estamos más ante una peli del oeste que disfrutando del deporte. Ese CR7 preparando un lanzamiento de falta que es más Clint Eastwood afrontando un duelo al sol. También se me vienen a la cabeza imágenes de documentales, de esos que nos presentan a los hermanos mayores de perros y gatos luchando por la hegemonía en la selva. En la lucha por la vida, Mallorca y Espanyol son el tigre y el león. Los pericos parecen agazapados y van haciendo los deberes, con su rey De Tomás y su asistente Embarba liderando las operaciones. Los bermellones velan armas ante la visita del depredador rojiblanco, que el miércoles volvió a perder una batalla con un rival fuerte. El Leganés fue la hiena y la UDA volvió a ser un guepardo nigeriano, muy rápido e incisivo. Pero al que le roban la merienda en sus narices. Mucho se dice de esos documentales de animales bajo sospecha, en los que no se libraba ni el añorado bueno de Félix Rodríguez de la Fuente de acusaciones de preparar el terreno para el espectáculo. Que lo mismo interesa por lo que sea que a los pobreticos guepardos les roben la presa, por lo civil o lo criminal. Tigres, leones. Todos quieren ser los campeones. Ya lo decía Torrebruno. Para morirse.

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