Estoy de acuerdo en la necesidad de compatibilizar el cuidado y conservación de los espacios naturales con otros usos que son fundamentales para el mantenimiento de la biodiversidad como la caza, el pastoreo y en determinadas zonas hasta la agricultura. Y voy más allá, de poco valen nuestros enclaves de primer valor ambiental sin actividades humanas que contribuyan a su conservación dentro de unos parámetros de sostenibilidad. El desierto de Tabernas debe ser, por ejemplo, un Parque Nacional de referencia y mientras que se piensan la catalogación que lo impulsará como una joya única en la Europa continental se han llegado a plantear restricciones para los cazadores carentes de cualquier lógica. Y en el de Cabo de Gata ha ocurrido prácticamente lo mismo, exhibimos su valores singulares sin darnos cuenta de que en determinados momentos se ha ido más allá de la cuenta en su protección privando a los propios autóctonos de su coexistencia. Todo enclave natural, incluidos los que tienen mayores cuota de conservación, requieren de un ser humano que ama más a su entorno. Si lo aislamos, el medio natural se muere.

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