El miedo está presente en toda la vida del entrenador. Devora, limita e inmoviliza y por eso se hace necesario saber tratarlo y plantarle cara. Como hay jugadores con clase y clase de jugadores, hay miedos de muchas clases. El miedo a perder el partido es uno de ellos. Conduce al entrenador a distorsionar la realidad, a sobrevalorar al rival y empequeñecer a su propio equipo. El miedo a equivocarse en las decisiones instala al técnico en una duda permanente y le hace caer en el conservadurismo. El miedo a la crítica y a la prensa hace que el implicado esté a la defensiva. El miedo al presidente tiene que ver con el temor a verse desposeído de un poder que al entrenador le dan, pero no tiene. No faltan los que entran en pánico si no tienen todo controlado o tienen problemas para ganarse la credibilidad de sus jugadores. Pero, con todo, el miedo a perder el puesto es el peor de todos porque traiciona al más pintado. En menor o mayor medida, Guti ha pasado por alguno de estos escenarios emocionales desde que entrena a la UDA. Ayer se cumplieron 13 años del regreso del Almería a Primera después de 27 temporadas de duro camino por el desierto. Aquel 19 de mayo de 2007 ha quedado marcado en la memoria colectiva de la familia rojiblanca. La UDA jugó bajo el sistema 4-3-3 en el arranque de aquella temporada. El equipo encadenó derrotas en las tres primeras jornadas y Unai Emery, amenazado por la guillotina del paro, optó por cambiar al 4-4-2, que le condujo al éxito. Para algunos pasó de ser un osado a un miedoso. Restan 11 jornadas y el miedo es libre. Pero no es un buen momento para que el entrenador dude ni que se dude del entrenador. No es ni bueno ni conveniente.

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