Escribo estas líneas desde la sala de prensa que la organización de la Titan Desert ha puesto en El Toyo. La primera etapa de la carrera que se disputa por primera vez de manera íntegra en tierras europeas ya ha finalizado y, aunque aún queda por terminar esta noche un reportaje de Miguel Indurain (impensable imaginárselo al empezar hace una década en esta profesión haciendo las crónicas de la Unión Deportiva Pavía), el grande de Francisco G. Luque quiere cerrar ya esta página. Cuando lo haga, estaré recogiendo mi bicicleta para entrenar antes de que se ponga el sol. Después de haber visto a casi cuatro centenares de corredores haciendo esos esfuerzos durante 100 kilómetros (y los que les quedan...) es prácticamente una obligación coger la bici y ejercitarse. Haciendo un paralelismo, la semana pasada tuve un debate sobre los maestros y la alimentación saludable a los niños. Un docente o entrenador de cualquier disciplina deportiva debe darles buenas pautas a los niños. ''Sería bueno que viesen al profesor comiendo, por ejemplo, una manzana en el patio'', dijo uno de los profesores. Llevaba toda la razón. El problema es cuando el familiar de turno le mete la bollería industrial día sí y día también en la mochila para desayunar y por la tarde se la lleva al finalizar el entrenamiento, siendo incongruente esa mala alimentación continua con el ejercicio que realiza. ¿Hasta qué punto puede llegar un entrenador o maestro en cuanto a alimentación y otros hábitos saludables se refiere?, ¿cuánta influencia tienen los padres? Crear un mono entre los dos es fundamental para la formación de una buena sociedad, en un trabajo conjunto por el bien del niño. De ahí que cada vez sean más importantes las escuelas de padres, pocas en la actualidad para lo que ésta demanda.

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