Análisis

Francisco bautista toledo

De la oscuridad surge la luz

Gusta, atrae, y llena la mirada de sensaciones, esta es la impresión primera de la obra expuesta por Miguel García.

En estos tiempos que corren es bueno evadir la mirada, llenándola de fantasía, introduciendo la imaginación en mundos imposibles, explorando los intricados senderos que recorren sus espacios, envueltos en color.

Es un universo sometido a la geometría que se deshace en las trayectorias curvas, mas domina la estructura de su esencia, la repetición de las formas, cuan plantilla industrial que quiere ordenar una realidad soñada, sometida al orden, armonía y equilibrio cromático, aunque su resultado es un tanto frío y aséptico, pues la intención del autor es proponer una nueva realidad racional, libre de errores y emociones, construyendo un escenario armonioso. Esta repetición es además una recitación visual ordenada, según una regla basada en la proporción y posiciones que ocupa la figura, generando un ritmo que da aire a la composición, como una rima poética.

Miguel García reproduce un entramado onírico de extracción psicodélica, que huye de ser percibido como tal debido al orden que representa en el cuadro.

Las piezas expuestas poseen una estética que recuerda el arte pop, seriado y de proyección hacia el diseño industrial, pero presenta unas características propias que le confieren fuerza y originalidad, pues el autor imprime pulso interno, percibido en la mirada, que le otorga ritmo repetitivo, creando una ondulación acompasada que se reinterpreta en la compresión de la obra observada.

Plasma el pintor una geometría que se trunca a sí misma, estructurada, sumida en algunas de sus piezas en un sonido interno que surge de su seno. En cada óleo sitúa sus creaciones emergiendo desde un fondo oscuro, fluyendo de la nada, como aparición luminosa que rompe la negrura infinita para definir una realidad imposible, nacida del azar que la suerte del trabajo del artista entrega.

Parece que las diferentes obras planificadas son figuraciones sucesivas, que en su transformación van adoptando nuevas formas en el devenir de sus apariciones, según el ritmo que recorre toda la propuesta, como si un latido luminoso fuera, mostrando otras posibilidades que su reestructuración ofrece. Es un lenguaje colorido soportado en una partitura pintada, que desvela el origen luminoso de la creación, en este caso según los paisajes fantásticos que relata en su grafía figurativa.

Miguel García propone un conjunto plástico de buen valor estético, en cuyo interior encierra incógnitas varias.

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