El personal mostró, aliviado, una sonrisa ancha cuando Fernando le detuvo el penalti a Fidel Chaves, sin saber que lo peor estaba por llegar. Silvio Rodríguez sentenció que la vida es eterna en cinco minutos en su inolvidable Te recuerdo Amanda. No fue necesario que pasara tanto tiempo. En la mitad, el rostro colectivo de la grada fue otro, muy serio y cariacontecido. El punto fatídico no lo fue y cedió todo su protagonismo a la expulsión de Darwin Núñez. La máxima pena pasó a ser la pena máxima. Por producirse de forma temeraria -peligrosa- en sendos pisotones, según recogió el colegiado en el acta del partido, la UDA se quedó sin su goleador y abrió la victoria ilicitana. En apenas 120 segundos, el partido había cambiado. La influencia en el resultado de un penalti y una expulsión quedó resuelta. Sobreponerse a un gol desde los 11 metros está al alcance de muchos. Es un problema, un lance del juego, pero uno más, nada imposible. Pero jugar en inferioridad numérica, y sin un delantero tan decisivo como el uruguayo, y durante más de 50 minutos, es una empresa muy complicada, un reto de nivel. Una expulsión debilita y desquicia. Se siente y duele. Merma, descentra y se nota mucho. El sancionado, además, no puede jugar el próximo partido y prolonga, así, su condena otros 90 minutos. Ocurre que los de Gutiérrez superaron al Mirandés jugando con un jugador menos, y el subconsciente del aficionado se activó y pensó que un segundo milagro era posible. No hay dos partidos iguales. Cada uno es único y todos hay que jugarlos. La Segunda es tierra, mar y aire, una categoría apta para los tres ejércitos. Hay que estar preparado para todo. En Soria, el domingo, hace frío y suele nevar. Harán falta guantes y calentadores. También una mentalidad más guerrera.

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