Análisis

Juan Fernández Cabezas

Con pesimismo moderado y optimismo cauto se fragua el equilibrio personal

Esta vez y si me lo permitís me voy a alejar un poco, no demasiado eso sí, de mi perfil sindical y me voy a centrar en algo que lleva llamándome la atención durante mucho tiempo. Ahora que impera el sesgo de negatividad en la mayoría de los foros con la excusa de satisfacer el hambre colectiva de escuchar las malas noticias, precisamos construir la actualidad con una visión diferente que aporte soluciones y proporcione estímulos de optimismo antes de que nuestros paisajes mentales pierdan el color de la alegría.

Cada vez se hacen más necesarios modelos de vida y organizacionales que proyecten un futuro motivador que perdure en el tiempo. Se requiere ver con rigor y sensatez las dos caras de la vida, sin adornos ni demagogias, alejarse de la parcialidad que proporciona la visión solo del lado oscuro.

La vida pareciera virar más a drama que a comedia, sin embargo, a pesar de las tragedias reales, la vida tiene instantes fantásticos, ilusionantes y esperanzadores, que casi nadie cuenta y pocos ponen en valor. Hay personas que se esfuerzan en construir puentes y eligen caminos para favorecer los deleites de nuestra existencia, que se comprometen para encontrar esos pequeños espacios que nos mejoren a todos en las cosas importantes de la vida.

La actitud del pesimista moderado y del optimista cauto nos pone en una realidad que nos permite llevar la vida con alegría. Aportamos nuestro granito de arena para que la vida fluya con entusiasmo en nuestro entorno, procurando mejorar todo aquello que gira en torno a nosotros y contribuyendo, sino a hacer felices a esas personas que nos rodean, por lo menos a garantizarle una base mínima de confortabilidad que, además, necesita de esos compromisos y esfuerzos externos para que las circunstancias les sonrían.

El ánimo y la esperanza son tan necesarios para generar una sociedad de buenas personas, yo diría que la vacuna. Sobre todo, en estos momentos de negatividad amplificada, donde los gobiernos ayudan poco y la globalización, en vez de acercar a las personas, las aleja. Por ello, necesitamos una sociedad con un alto grado de calidad humana, de personas educadas y amables que fomenten valores positivos, que trasmitan ideas, estímulos o sentimientos, que reivindiquen con honestidad y que enriquezcan nuestras generaciones futuras.

Afortunadamente nuestra colectividad actual está compuesta por un extraordinario elenco de personas fantásticas. Profesionales de la sanidad, personal de limpieza, dependientes, asistentes, personal de servicios auxiliares de todo tipo, empresarios, transportistas, agricultores, envasadoras, policías, bomberos, vigilantes y un larguísimo etcétera que son el verdadero soporte social. No así los merluzos incapaces que solo saben hacer ruido, esas minorías anti todo que, siendo necesarias para que tomemos perspectiva y evolucionemos, no debemos dejar que rompan la armonía, la convivencia y la cohesión social. "Hace más ruido el árbol que cae que un bosque que crece", ambos hechos son necesarios, si bien el crecimiento del bosque es vital.

Estamos a punto de perder una generación, dos si sumamos la anterior crisis económica. Necesitamos fortalecer ya, los sistemas y engranajes más fundamentales de nuestra sociedad: la educación, la sanidad y los servicios esenciales. Sino construimos en el presente, el futuro será decadente. ¿Qué hace falta que pase para que quien tienen el bolígrafo de firmar se ponga, en serio, a lo realmente importante?

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