Pedí la semana pasada, a través de esta columna, paciencia con José Gomes. Ni es mi amigo ni lo conozco personalmente. Me genera indiferencia, de hecho. Indiferencia en el buen sentido de la palabra, eso sí, el que te permite ser empático cuando ves a otro en una situación difícil. La del técnico luso lo es, con una plantilla nueva que se ha enganchado más tarde que sus rivales a la liga. La teoría es de sobra conocida. No pretendo aburrir a nadie con frases hechas y argumentos manidos que, además, de nada servirán ante la ira de este régimen 'turkista' que es ahora la UDA. Si pierde el sábado ante el Fuenlabrada, Gomes probablemente sea destituido. Y ninguno de estos factores le podrán salvar de la impaciencia de Turki. Poniéndonos en esta tesitura, la peor de las que se barajan, la de la derrota con despido, son muchos los que están haciendo sonar el nombre de Pacheta, tratando de que el club les haga caso, aunque sea por redes sociales. Parece obvio que el extécnico del Elche aportaría mano dura, sabiduría y conocimiento de la categoría. Sin embargo, hay una contra: parece un tío bastante escéptico. De los de no dejarse engatusar con lujos. Algo malhumorado, incluso. Un hombre sencillo que pretende vivir de su reputación. De los que ya escasean. Y ahí puede estar la piedra en el camino. Nos quejamos todos de que Turki Al Sheikh solo se fija en entrenadores inexpertos, desconocidos y que apenas conocen el fútbol español. Y es cierto. Pero habría que preguntarse algo. ¿Qué técnico con bagaje y buena trayectoria querría ir a un club que se caracteriza por su inestabilidad? ¿Quién se arriesgaría a ocupar un puesto que peligra cada vez que hay un par de derrotas, por mucho que vaya arriba en la tabla? ¿Quién aceptaría que llegase el mercado invernal y hubiese un baile infinito de movimientos, destrozando un plantel ya formado? Supongo que pocos. Alguno siempre hay, claro, pero cada destitución temprana supone cerrar un poquito más el abanico de posibilidades.