Análisis

Antonio sevillano

Historiador

El poeta de los horizontes abiertos

No hubo puertas cerradas en los campos de mi adolescencia cazadora, solo senderos de espliego y tomillar en una tierra virgen, como un mundo recién creado (Puesto de alba y quince historias de caza, 1996). Cantor de paisajes abiertos, de aires tibios en primavera y cortantes y helados en los ciclos invernales que angostan a los almendros en flor. Julio Alfredo Egea Reche es poeta urbano en Granada, su segunda patria, y en Almería. Cazador, como Delibes, con el que comparte prosa clara (que no simple) y eficacia en el manejo del castellano cervantino, sin pedantería. De trato afable y cercano, viajero infatigable, nos ofrece una mínima semblanza en "Poesía Completa", recopilada por el IEA entre su vasta producción literaria:

Nací en Chirivel (Almería) el 4-VIII-1926. El primero de cuatro hermanos del matrimonio de mis padres, María Ramona Reche Egea y Genaro Egea Reche. Tuve una feliz niñez en mi pueblo, solo alterada por los aconteceres de la guerra… Poco después de terminada la contienda me trasladé con mi familia a Granada. Mi madre, valiente y voluntariosa, decidió este cambio, de pueblo a ciudad, iniciando su trabajo como modista, después como profesora de Corte y Confección en la Escuela de Artes y Oficios. Estudié bachillerato en el colegio de los Escolapios y, a continuación, ingresé en la Universidad, licenciándome en Derecho.

Tendría unos diez años, viviendo todavía en el pueblo, cuando empecé mis balbuceos líricos, escribiendo mis primeros versos influenciado por Gabriel y Galán… Mis padres tenían sensibilidad para la poesía, poco a poco lo fui descubriendo. Esto y mi enamoramiento del campo, de flores, de pájaros, creo que en aquellos tiempos de versificador me incitaban a ello.

Al llegar a Granada… la ciudad era un triste desierto cultural en aquella primera posguerra, aunque ya mediados los cuarenta empezamos a reunirnos un grupo de muchachos con ilusiones artísticas y literarias. Publicamos una humilde revista, Sendas, y, siendo yo redactor-jefe, tuvimos el atrevimiento de hacer en el número cuatro un monográfico dedicado a Federico García Lorca. Fue el primer homenaje escrito que se hacía al poeta asesinado después de la guerra, del cual tan solo conocíamos el Romancero Gitano. Tuvo mucho éxito, a pesar de los malos tiempos y nuestro novicio quehacer. Fue en 1946, y con aquel número cuatro terminó la revista, como era de temer, Con esto empezamos a tomar conciencia de que poco podíamos esperar, sintiéndonos principio de una generación perdida, sin conocimiento de poetas anteriores que, al estar prohibidos, era imposible encontrar sus libros.

A principios de los cincuenta hice un viaje rápido a Madrid, visitando a los amigos que conocía por cartas. Leí, en una tertulia de poetas consagrados, unos versos de mi libro en marcha, Ancla enamorada, poemas en los que ya creí empezar a tener una voz propia. Parece ser que gustaron, fue mi principio de lecturas en Madrid… Me licencié en Derecho no pensando ejercer en nada relacionado con la carrera. Soñaba con un trabajo sin jefes ni oficinas, que me ayudara a vivir, pero sin limitarme el tiempo para escribir, leer y viajar. ¡Difícil asunto! Venciendo muchas dificultades lo conseguí.

Volví por Madrid, ya casado con Patricia, mi mujer de toda la vida. Esta vez la estancia fue más larga. Teníamos posibilidades de quedarnos por allí, pero no las condiciones que yo soñaba. Volvimos a Granada, en donde seguía mi familia, y encontré al regreso que estaba formándose el grupo poético "Versos al aire libre", al que me integré enseguida, en 1953. En 1956 publiqué Ancla enamorada, mi primer libro, convencido de que con estos poemas ya estaba consiguiendo una voz propia, mejor o peor, pero mía. Inicié en Chirivel negocios ganaderos, con la familia. Pasados unos años seguí publicando mis libros en colecciones que llevaban amigos del alma, como Rafael Guillén y Pepe Guevara. Después, los libros de poesía los he publicado casi todos a través de premios.

Siempre he creído que la poesía es algo así como un milagro de inspiración, como un guiño de Dios entre la tiniebla. Casi todos mis libros, de alguna manera, tienen una unidad temática. Escribo por necesidad, obligado por un tema por el que siento gozo o dolor. A lo largo de la vida he llegado a creer que, sobre todo, mi poesía es una traducción de los asombros… del asombro cotidiano de ir descubriendo los seres y las cosas. Fue de los poetas que creyeron que nuestra poesía ayudaría cambiar el mundo; yo sigo deseando que mi poesía sea, al menos, un pequeño rayo de espiritualidad que alumbre a un mundo deshumanizado, con la pequeña luz de mis versos… Mis libros en prosa creo son un continuar de mi quehacer poético… De manera muy especial siento que ha transcurrido mi Poesía paralela a mi Vida…

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