El fútbol consiste en cuatro cosas. Su famoso abc pasa por defender, definir y construir. A estos tres mandamientos se ha unido un cuarto, el de recuperar. Robarle el balón al contrario es justo y necesario, deber y salvación. Sin la posesión del esférico, nada es posible. No se puede crear y todo se limita a destruir el juego del rival. La pelota lo es todo. Corre más que el más veloz y, además, tiene una particularidad: nunca se cansa. Es el timón que guía el destino de todo equipo. La UDA tuvo mucho de todo en su visita a Montilivi. Jugó, creó, definió y se defendió. Sufrió poco, si acaso tras el empate, y se lució. Por momentos, dio la impresión que disfrutó sobre el césped. Cumplió con su condición de equipo sólido y no desatendió sus obligaciones, más allá de un par de despistes defensivos. Pero, en general, fue fiables en las dos porterías. Pero, sobre todo y ante todo, corrió bastante y bien, y recuperó mucho y en zonas cercanas a la portería rival, con una presión de bloque alto, como dicen ahora los modernos, copiando a algún meritorio con ganas de protagonismo. Su sexto triunfo tuvo cabeza, tronco y extremidades, las de Umar Sadiq. El nigeriano es un futbolista contradictorio. No es un Pichichi bonito. Es barato en el lujo, un sol y sombra, que deslumbra o se ciega. Su envergadura no ayuda a la estética. De piernas largas y largo aliento, su juego es más práctico que preciosista. Falla, como todos, pero golea como nadie en este arranque. Su juego establece una relación de dependencia con el resultado final. Es como una preposición entre dos o más palabras. Hay 23, aunque algunas han caído en desuso, y a este delantero parece que le valen todas. Desde la a hasta tras, pasando por ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin y sobre.

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