Análisis

RAFA MONTES

Un pueblo frente al nuevo gobierno

En política siempre te dicen eso de zapatero a tus zapatos, que no es bueno meterte en camisas de once varas cuando sobre lo que opinas está varios pisos por encima de ti. Pero pese a todo es importante que demos pública y claramente nuestras opiniones sobre el nuevo Gobierno de España, las expectativas y, por qué no, hasta los recelos quien los tenga.

Lo que está claro hasta aquí, en Fiñana, con nuestros casi 2.000 habitantes a las puertas del Parque Natural de Sierra Nevada, es que hacía falta un ejecutivo que empiece a desatascar, porque para las tertulias de las televisión quedan muy bien las tensiones, las repeticiones de elecciones, los forcejeos dialécticos y hasta las barbaridades que se han dicho en los últimos meses, pero ya tocaba que la alta política fuese más que saque y resto en plan partido de tenis.

Es importante que se suban algo, lo que sea, las pensiones, que el sueldo mínimo interprofesional siga creciendo y que ahora, entre todos, seamos capaces de crear las condiciones para que la generación de recursos públicos sea suficiente para poder afrontar todo eso y más, mucho más.

Lo que no es honesto, y ahí es donde tiene que cambiar el terreno de juego, es que en estos últimos años los más ricos se hayan hecho aún más ricos mientras las clases medias, sencillamente, se han empobrecido. Lo que no es normal es que si constitucionalmente tenemos entre todos el deber, la obligación de contribuir de forma progresiva al mantenimiento del Estado, las grandes compañías paguen mucho menos de lo que realmente deben aportar porque sus ingenieros fiscales tienen la maldita habilidad de saber esconder o maquillar aquello por lo que realmente deberían pagar. Bajo esta premisa, que me explique alguien qué hay de alarmante en hacer pagar a los más ricos aquello que les corresponde, cuando al final todos queremos una pensión digna o un sueldo digno para nuestros jóvenes.

Y todo esto tiene mucho que ver con los pueblos pequeños, con la España rural, porque aunque no lo crean somos una de esas claves de la recuperación, ya que el territorio útil no está en las ciudades por mucho que allí se agrupen los servicios, sino en estos pueblos en los que, además, hay capacidad ociosa suficiente para la acogida de propios y extranjeros. No olvidemos una cosa, que todo depende de la actividad económica que seamos capaces de generar para gravarle las imposiciones que nos permitirán, al mismo, repartir el esfuerzo entre muchos más y, por tanto, minorar la presión general.

La teoría queda muy bien y la práctica depende de una sola cosa, precisamente de que el Gobierno tenga espacio suficiente para poder generar esas infraestructuras que puedan generar conexiones más razonables entre interior y los corredores logísticos. Al fin y al cabo, se trata de replicar lo que ya se hizo para crear las grandes ciudades de hoy. Esas mismas urbes que ahora buscan desahogo en entornos rurales cercanos, bien conectados con los centros de trabajo y que garanticen unas condiciones de vida algo mejores o por lo menos asequibles al nivel de los sueldos de hoy.

Nuestros jóvenes, a los que hemos dejado de observar de cerca para simplemente mirarles y compadecerles, tienen otros hábitos y hasta otras expectativas. Hasta quieren otros productos para su alimentación, más ecológicos, naturales y selectivos, y es aquí donde tenemos las grandes oportunidades en el entorno rural.

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