Las horas posteriores al Leganés-Almería fueron duras para el aficionado rojiblanco. Si el mal juego ya había conseguido frustrar a más de uno, la incomprensible decisión del VAR anulando un gol legal a Sadiq terminó por desquiciar a propios y extraños. Nadie daba crédito.

Sin embargo, el paso de los días ha rebajado el cabreo y nos ha dado perspectiva. Empieza a resultar inquietante la rigidez que muestra José Gomes con las ya famosas rotaciones. El técnico, amparado por el desgaste físico y la gestión del vestuario, volvió a cambiar a los once jugadores en uno de los partidos más importantes de la temporada, el que te permitía meterle tres puntos a un rival como el Leganés y, además, ponerte líder antes de un duro choque como el de Mallorca. Esto no resulta flagrante en ciertas líneas en las que la competencia es voraz, pero el agravio comparativo en otras posiciones empieza a ser evidente, quedándose en el banquillo algunos de los mejores futbolistas de la categoría por el mero hecho de que jugaron tres días antes.

La tozudez mostrada por el luso es tal que parece no importarle lo más mínimo el rival que haya enfrente. Él tiene un plan y lo llevará a cabo sea quien sea el oponente. Esto, contra un Leganés muy poderoso por arriba, se tradujo en una fragilidad en el juego aéreo que se pudo haber solventado, simplemente, alineando a los futbolistas que mejor se desenvuelven en estos lances. Pero no tocaba. Los pepineros, agradecidos, colgaron balones una y otra vez hasta lograr el 1-1. Mención especial merece, también, la pasividad en la jugada del 2-1, donde los locales remataron hasta tres veces.

Si el objetivo de José Gomes era llegar a marzo con toda la plantilla enchufada, lo ha conseguido con buena nota. Ahora, debe aprovecharlo para alinear a los mejores. Por cansancio, necesidades o méritos, un día necesitará rotar uno y otro día lo necesitarán tres. Pero con mesura y sentido común. Quizás, esa sea mejor estrategia que la de cambiar a todo el equipo sin ton ni son. A estas alturas eso ya no toca.