Análisis

gonzalo alcoba Gutiérrrez

El tren de los niños. un canto a las puertas abiertas

La novela es una obra de introspección colectiva, una catarsis escrita con delicadeza"

El Tren de los niños es un acto de justicia, un ejercicio de memoria colectiva irrenunciable, abordado con tierna sinceridad. Relata el viaje al norte de Italia de Amérigo Speranza y su amigo Tommasino, junto con otros muchos niños provenientes de los barrios deprimidos de Nápoles, invitados por el Partido Comunista para procurarles un futuro digno; y lo hace a partir de la mirada doliente, ingenua y delicada del propio Amérigo, Amerí; sin eludir sus contradicciones, sus decepciones, sus miedos.

Viola Ardone (Nápoles, 1974) reivindica así los valores de mujeres y hombres idealistas, que, después de los horrores de la guerra europea, conservaron la esperanza en que una utopía política pudiera alumbrar un mundo radicalmente nuevo. El Tren de los niños es, por tanto, antes que otras cosas, un gesto de gratitud. Pero es también un resuelto reconocimiento de la fe en el amor desinteresado, tan denostado por el cinismo posmoderno; un canto a la empatía en el seno de la familia humana y un grito amargo contra la indiferencia.

Curzio Malaparte dibujó en La Pelle el mapa del devastado mediodía italiano de posguerra y le dio el rostro miserable de Nápoles, ocupada, poblada por miles de hombres y mujeres solos, ciegos y hambrientos. En El tren de los niños Ardone penetra en e l alma adormecida de aquellos espectros y trata de redimir a la ciudad de su memoria infausta. Esta obra, traducida a varios idiomas, trasciende, sin embargo, del episodio concreto y se proyecta sobre el presente para reclamar el valor urgente de la acogida. Es, por eso, una novela de emergencia, un grito templado que no sobresalta, aunque conmueve e impele a la sociedad occidental a abrir de una vez sus puertas; a poner remedio al dolor cuando esto pueda hacerse.

El tren de los niños es una obra de introspección colectiva, una catarsis escrita con delicadeza que logra un rotundo éxito en la exploración del alma humana, a la que despoja de artificios mediante la mirada desnuda de un niño que, sin embargo, ha vivido demasiado. En esta era de expiación, en la que planea la tentación del ensimismamiento, puede que la historia de Amérigo logre penetrar en el sórdido ruido ambiental, como lo hace el rumor impertinente de un tren al pasar.

*Juez

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