José Carlos Lazo dice adiós a la UDA. Una despedida que va de la mano de una amargura propia por lo que no ha sido y pudo ser. El sanluqueño es un jugador tan maravilloso y especial en el imaginario colectivo tras sus grandes tardes y se marcha despues de una etapa que no logra satisfacer a los que veían a Lazo como un baluarte en Almería. Una verdadera lástima, ya que por condiciones y estilo está llamado a ser un futbolista relevante en la parte media-baja de la Primera División. Pero, como con muchos perfiles similares, la irregularidad ha acabado sucumbiendo al talento. Los destellos se han ido apagando y su fútbol se ha ido poco a poco evaporando. Su brillantez ha acabado en una molesta oscuridad.

En su primer año, recién aterrizado de Lugo, lo que todos esperábamos no se corresponde a un posterior rendimiento decadente y lúgubre con respecto a sus primeros meses. Darwin, Juan Muñoz y Lazo, un ataque ganador de un plantel aspirante. Era uno de los líderes del equipo y ha acabado siendo un agitador inoperante. Una eterna espera para ver su mejor nivel como rojiblanco. Una caída libre sin paracaídas. Sus últimas actuaciones son caricaturas de su mejor versión.

Sin la autosuficiencia de unos ni la explosividad que las lesiones musculares han ido restándole, no podemos despreciar su implicación en un proyecto que ha acabado siendo parte de él. Su carrera aquí es el Almería de Turki Al-Sheikh en Segunda en su totalidad. Son los cursos de promociones, de la lucha fallida ante el Girona y la de un final tan bonito como soñado. El extremo representará esta etapa sin un cierre deseado y, quizás, con la insatisfacción personal de no poder disfrutar de un Almería de Primera. Se ha sido en muchas ocasiones injusto con él, pero es el mejor momento de separar los caminos. Después del ascenso que toda Almería y Lazo esperaban ansiosos. Mucha suerte en Barcelona, José Carlos. Te vas como uno de los nuestros.

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