Análisis

Ramón Bogas Crespo

Director de la Oficina de Comunicación del Obispado de Almería

El último tren

Semifinal de Masterchef. El expulsado en esta ocasión es Boris Izaguirre. Este controvertido, histriónico, pero genial animal televisivo, en su despedida, le suelta a Eva González una frase que me "toca": "Sabes que muchas veces te dicen que solo pasa un tren y hay que cogerlo. Pues yo estoy convencido de que en la vida hay dos trenes y estoy encantado de haberlo vuelto a coger porque me ha hecho mejor persona". Y tiene toda la razón. La dictadura de la única oportunidad, del azar caprichoso, del destino inexorable es un constructo social y romántico que nos puede paralizar en esa apasionante tarea vital que es REINVENTARNOS.

Tengo a mi alrededor maravillosas historias de segundos trenes. El amigo, que después de años en paro, no dejó de estudiar ni un momento y ahora está feliz en su nuevo trabajo; la amiga, que harta de kilos, un día se decidió a plantarles cara y ahora es una mujer nueva (¡y guapísima!); el sesentón, que pensó no enamorarse nunca más, y vuelve a tener pasión por la vida compartida… Mil historias de segundos trenes (como decía Boris) que te hacen mejor persona.

Es cierto que también conozco a gente bloqueada. Personas obcecadas en aferrarse a la idea de que pasó su último tren, que solo les queda en la vida esperar a que Dios les aguarde al "este del Edén", porque piensan que ya no hay tiempo para cambiar, para retomar la ilusión, para dar segundos abrazos. No he encontrado a personas más testarudas que las que están empeñados en que su tren ya pasó definitivamente. Y lo peor de todo es que se están negando, en cierta manera, al regalo de la vida.

Jesús pasó por este mundo ofreciendo segundas oportunidades: a Zaqueo, a Mateo, a la samaritana, al ciego Bartimeo… Frente a la condena social del único tren o a la "auto condena" de bajarse del vagón de la vida, el Maestro confía es sus capacidades, apuesta por sus fortalezas, mira con ojos nuevos. Y eso provoca una revolución en sus vidas que les hace vivir de nuevo y en plenitud.

Hoy, Señor, quiero rebelarme contra la implacable dictadura del único tren. Porque no es tu estilo, y nos llamas constantemente a crecer, a reinventarnos, a arriesgar. Porque creo que nos gritas en silencio que no perdamos esa oportunidad, que has dejado sutilmente en nuestra vida, para vivir en plenitud. Porque, aunque me cueste salir de mis inercias, me llamas a beberme la vida, pero no en un chupito, sino en suaves sorbos que me hacen disfrutar de todas sus etapas. ¡Qué bien que confíes en mí! También yo lo hago en Ti.

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