Carta del Director/Luz de cobre

El AVE con Murcia y la inversión millonaria

Ya pasó el tiempo del equilibrismo practicado por unos y otros. Es hora de que hablen las máquinas

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos aún no ha tenido tiempo, motivos de agenda aduce, de venir a Almería. Si ha estado en Córdoba, en Granada, en Murcia y la semana pasada en Barcelona, donde salió casi a hombros cuando les contaba al movimiento reivindicativo "Quiero Corredor" los planes de su departamento para esta magna y necesaria obra. El presidente de la Cámara de Comercio de Almería, por ejemplo, se mostraba más que satisfecho con las promesas de Ábalos para el AVE de esta tierra, que alguna vez, desconocemos cuando, nos debe unir con Murcia y Madrid. Y no era para menos, Fomento acababa de anunciar la licitación de tres tramos de la obra, con una inversión cercana a los 444 millones de euros y, al parecer, se mantienen los plazos dados por su antecesor en el cargo de finalización de los trabajos: 2023.

Todos contentos y a otra cosa. Sin embargo, son muchos los flecos y dudas, bajo mi punto de vista, que aún quedan por resolver. Y no es que a estas alturas ya necesite ver las máquinas en el tajo para creer., que sí. Es que veo difícil, por no decir casi imposible, que el ejecutivo que preside Pedro Sánchez sea capaz de sacar adelante los presupuestos del Estado para 2019, primera condición para que, negro sobre blanco, figuren partidas para la larga y reivindicada infraestructura.

No se trata, como en los últimos seis años ha sucedido, de vivir de declaraciones, más o menos efectistas, y esperar a que escampe o culpar al vecino del incumplimiento de la promesa. Son tantas y variadas las justificaciones que los gobiernos del PP y ahora del PSOE nos están dando que, insisto, necesito ver las máquinas iniciando las obras para certificar las dudas razonables que en este tiempo me invaden y que no quieren desaparecer.

Puedo comprender la necesidad que tenemos los humanos de no perder la esperanza, de ahuyentar las dudas, de caminar en la senda de la botella medio llena, pero mi optimismo pasa por palpar la realidad, por visitar las obras y comprobar como las excavadoras, los orugas, los arquitectos, las vigas y los raíles llegan y comienzan a dar forma a las vías, para cambiar de opinión. Y eso, hoy por hoy, no ha sucedido y me temo que no tiene visos de suceder en los próximos meses.

Ya pasó el tiempo de los juegos malabares, del equilibrismo practicado por unos y por otros en el alambre destensado y en la práctica de la fe como ejercicio de verdad suprema, o verdad de Gobierno, cuando una y otra vez, y han pasado más de veinte años, no hemos visto más realidad que la que en su día practicó el añorado secretario de Estado Jesús Mirada Hita. Única ocasión en la que los hechos superaron a las palabras, en los que no hubo ni trampa ni cartón, ni intentos vanos y baldíos por vender duros a cuatro pesetas, puro ejercicio de trileros.

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