Una vez más, expreso mi fascinación por recordar la historia de nuestros pueblos almerienses, y en este caso he elegido para tal menester, el enclave milenario de Adra, ciudad fundada en el 700 a C. El enclave de Adra, con su puerto y su alquería es un compendio de agua y tierra que en el siglo XVI conto con múltiples asentamientos a lo largo de la costa y la Alpujarra almeriense de genoveses, cuya presencia destaco sobre todo en Berja, eran los reactivadores de la industria sedera y azucarera, poniendo en movimiento un comercio, tanto interior como exterior, de gran demanda internacional; a este siglo, le sigue el XVII, calificado por algunos historiadores de nefasto, para otros no tanto, plagado de incursiones de la piratería, llegando incluso a obligar a sus gentes a emigrar al interior de los pueblos en busca de más seguridad. Esta localidad atravesara en estos momentos, un estancamiento geográfico y económico, no obstante, si nos referimos al Reino de Granada y sus plantaciones de caña y azúcar se hacían en marzo por el sistema de cocas o raíces de caña, que una vez lacadas eran cocidas cada dos años; pero si centramos más la producción en la agricultura abderitana, habría que destacar los alcaldes del Concejo, creadores del pósito para la producción de trigo, cultivo este que junto con los viñedos se catalogaba como de secano y montañoso, por otra parte los cultivos propios de la vega en la alquería de Adra la vieja, eran la morera y el moral, quedando las tierras areniscas para la explotación de la barrilla. Los labradores abderitanos fueron reacios a vender su tierra y cuando se veían abrumados por el fisco y la carestía de artículos de primera necesidad recurriría al censo consignativo, que era unos préstamos a plazo indefinido hasta devolver la cantidad concedida, mientras los censualistas recibían anualmente el pago de los intereses, convirtiéndose en una renta. De darse el caso de no abonar los censos a los que estaba sujeto el deudor, bien por mala cosecha o gastos de funeral, quedarían justipreciadas públicamente, tomando otras en arredramiento o en el supuesto de perderlas. Pero a pesar de lo dicho, nunca fue un minifundio ruinoso; a raíz de este auge se cuenta a mediados de este siglo con seiscientas familias, que no solo solicitan del Concejo los permisos para fabricar casas, sino que levantaran defensas que resguardaran las tierras de cultivo de las crecidas del rio que pasaba a media legua del castillo y bordeaba la villa por el este; quiero terminar mi breve historia, aludiendo a Jean Sermet y su cita: " No hay ni una pulgada de la vega que no esté cultivada / El espectáculo es cuadros o rectángulos de cañas irregularmente / Mezclados con cultivo de huerta, cultivos tempranos, frutas y…../ Hasta cereales. Pero nada en barbecho. NI un solo punto del / Suelo esta jamás en barbecho.

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