Otro punto de vista

Raúl / montoro

Acorralados

EL instinto de supervivencia de la mediocridad es inimaginable. Los hechos y el paso del tiempo lo demuestra. Hace siglos el científico francés Lamarck no lo tuvo en cuenta a la hora de teorizar su perfeccionismo vital. Ni Darwin unas décadas después pudo conocer tampoco la magnitud de dicho ente meta-biológico en su concepción de la evolución humana. Pero la versión actualizada de nuestra especie, el homo sapiens globalizado, tecnológico, digital o como mejor venga en gana llamar, todos los días realiza su pequeña contribución para afianzar esa idea.

Si hacemos caso al evangelio cuando nos dice que a las personas las reconoceremos por sus obras, esta semana algunos han obrado y se han dado a conocer. Nos referimos a las pulladitas que se ha lanzado mutuamente, y en plena luna de miel, el tándem que conforma el gobierno andaluz. La desavenencia, como ya conocerán, el realojo de los desahuciados de una corrala en Sevilla. PSOE e IU no han reparado que la estampa que están ofreciendo como gestores de las vidas de los andaluces resulta de poco mérito.

La crónica es clara, no tanto las intenciones y conjuras calladas, muy obvias si escuchamos al diputado Castro en el Parlamento. La consejera de vivienda, Elena Cortés, con toda su buena intención, aunque sin hacer honor a su apellido, decide en contra del criterio de sus socios de coalición realojar a los desahuciados de un edificio. Sería loable que hiciera lo mismo con cualquier desahuciado de nuestra comunidad, pero eso es harina de otro costal. El enfado colosal de los socialistas, o, mejor dicho, de Susana Díaz, le hace reaccionar, sea unas supuestas ilegalidades en la decisión tomada, o por el ninguneo sentido e incapaz de soportar. El desenlace: golpe de la Presidenta en forma de orden oficial, desautorizando públicamente a la consejera y agraviando a los izquierdistas.

A pesar de la gravedad de lo acontecido, no se destituye a la consejera desobediente y presunta incumplidora de la ley (razón ofrecida para publicar la orden). Algunos dirían que el pacto por el poder cotiza alto, porque si no es incomprensible que sus protagonistas -o cualquiera- soportase tal engorro o afrenta, según quien hable. En cambio, otros concluirían que se trata de otro ejemplo más del avance de la mediocridad en la política de nuestro país. Si al final resultará que todos llevan razón.

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