El movimiento Me Too, espontáneamente surgido en redes sociales en el año 2017 para denunciar las agresiones sexuales de un famoso productor de cine norteamericano, ha sido una de las experiencias más fructíferas de la colaboración a través de internet para denunciar a hombres famosos que durante años usaron su poder para acosar, agredir y humillar a centenares de mujeres. La valiente reacción de mujeres que se atrevieron a hacer público lo que hasta entonces habían sufrido en silencio en el mundo del cine o la música, se trasladó posteriormente a otros ámbitos como las artes o la política. Y hombres que hasta entonces habían cosechado éxito y prestigio profesional, se vieron señalados por comportamientos en unos casos delictivos y en otros simplemente repugnantes, y moral y socialmente condenables.

No se trataba de descalificar la obra artística o los éxitos profesionales de esos hombres, sino de condenar sus comportamientos machistas y crueles que dicen muy poco de esos artistas como seres humanos. Me Too nos puso al conjunto de la sociedad frente a un espejo que reflejó sin tapujos la injusticia y la desigualdad que, de forma ancestral y también actual, han padecido millones de mujeres en todo el mundo. Muchos de esos hombres terminaron por reconocer sus comportamientos, asumieron sus errores y pidieron disculpas. Otros intentaron explicar sus actuaciones alegando que se enmarcaba en un contexto social diferente, como si en algún momento abusar de su poder, acosar o agredir a una mujer, hubiera tenido alguna justificación.

El tenor español Plácido Domingo, con prestigio artístico y reconocimiento internacional, fue acusado por una veintena de mujeres de comportamientos de acoso a lo largo su carrera. Domingo reconoció los hechos e intento justificarlos o, al menos, dar una explicación. Durante un tiempo sus actuaciones fueron canceladas, como consecuencia del escándalo y también como rechazo del mundo de la ópera a ese tipo de actitudes. Esta semana, en el Auditorio Nacional de Música, Plácido Domingo ha recibido, en su retorno a los escenarios, un prolongado y sonoro aplauso del público. Si el aplauso se refiere a un reconocimiento artístico no habría nada que objetar, pero si el mismo tuviera que ver con la comprensión del público hacía los comportamientos del tenor en el pasado, significaría que algo muy grave está pasando en la sociedad, y que aún queda una larga lucha por la igualdad y en contra del machismo.

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