La tapia con sifón

Adiós a las barras

El Hemingway que escribió "Adiós a las armas" podría hoy escribir adiós a las barras

Tranquilos, esta pandemia y su secuela de medidas restrictivas no van a acabar con las barras de los bares. Esos benditos espacios donde apoyar el codo y la copa de vino, donde charlar y picotear unas tapas ya estaban heridos de muerte mucho antes de que el insidioso bicho infectara nuestras vidas. El Hemingway que escribió "Adiós a las armas" podría hoy escribir adiós a las barras, ya que don Ernesto tuvo tanta familiaridad con unas como con otras: participó activamente en las dos guerras mundiales y como periodista en la Greco-Turca y en nuestra Guerra Civil; y frecuentó innumerables barras de París, Madrid, Pamplona o La Habana, por citar sólo las más conocidas.

El adiós a nuestras barras se ha ido gestando poco a poco, con aceleración en la última década. No se culpe a nadie en especial. Son las costumbres, que van cambiando. El estilo de nuestros bares a partir de los años cincuenta propició el auge de las tertulias de barra de bar y la peregrinación de un local a otro. Tanto en viejos "puestos" como en modernas cafeterías se impuso la tapa gratis para acompañar el chato o la caña. Competían en variedad y muchos tenían una o varias especialidades exclusivas y/o clásicas con calidad destacada. Eso propiciaba el chateo peripatético. Uno iba con su grupo de amigos a tomar unos vinos y no se quedaba en un sitio, ni mucho menos se sentaba en una mesa. Se tomaba, por ejemplo, un chérica en la Parrilla Colón, una gamba a la plancha en La Flor de la Mancha, luego iba a El Turia a por un filete ruso y terminaba en Puga con un potente "sputnik". Eso, en plan moderado. Hubo pandillas que se atrevieron con la travesía completa de la calle Real, que llegó a tener nueve bares, desde La Marina a El Oro de la Viña, prolongando el "circuito" en Jovellanos con Puga y La Urcitana. Claro que entonces las tapas eran pequeñas, lo justo para empapar la bebida. Poco a poco, la competencia barística se centró en la cantidad, cosa que las nuevas generaciones de consumidores aceptaron, y ahora la tapa es como media ración de las de antes y una ración da para cenar cuatro criaturas. Y, claro, para comer tanto hay que sentarse. Las barras se han ido reduciendo y las mesas han ocupado cada rincón del bar. Ahora, las normas necesarias para frenar los contagios son sólo la puntilla, las barras ya tenían una estocada en todo lo alto.

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