Si hacemos uso de algún buscador en Internet, escribir "calendario de Adviento" nos sitúa en lo que somos: "Homo consumus", lejos de los famosos y estudiados "faber" o "ludens". Estamos extraordinariamente dotados para consumir: desde lo imprescindible hasta lo completamente innecesario pasando por todo lo que nos permita satisfacer nuestras necesidades humanas en la medida de lo razonable. Pero no solo estamos dotados para el consumo: estamos extraordinariamente preparados para él. En todo nuestro día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, no dejamos de recibir incentivos que nos intentan seducir a través de un "porque tú te lo mereces". Menudo es ese Pepito Grillo ¿gratuito? que nos acompaña en nuestro caminar.

El invierno pasado fue la primera vez que escuché juntas, por primera vez, las palabras "calendario" y "adviento" en esa expresión (del género periodístico) que veo que "inunda" nuestras vidas: "el Calendario de Adviento". Lo encontramos en las tiendas de perfumería, en las de alimentos, en las redes está personalizado para lo que tú desees… Es un objeto que ha llegado para quedarse… ¡gracias a dos conceptos que nada tienen de novedosos pero que el consumo ha unido para siempre!

Si hacemos una encuesta entre la ciudadanía, estoy completamente persuadido de que pocos serán quienes sepan definir la palabra "adviento" de forma mínimamente acertada: ¡lástima de todos los esfuerzos parroquiales en la formación de una ciudadanía esperanzada en lo que está por venir! Sí: como tantas otras cosas, se trata de un concepto que, nacido en el contexto religioso, se vacía completamente de su contenido trascendente y se carga del mensaje de "la única religión verdadera": la del Consumo. Efectivamente: usted elija la casilla que corresponda, ¡y el calendario le proveerá de ese detalle al que usted, como consumidor que es, tiene pleno derecho! (en el ejercicio de su libertad consumista, más allá de lo meramente consumidora).

Estamos destrozando por completo el concepto original del adviento: del "ya, pero todavía no", hemos entrado en un "ya, porque tú te lo mereces". "Si te lo puedes pagar", faltaría por añadir; porque es ahí donde el fetichismo ha actuado mordazmente: nos ha invertido los papeles, haciendo de nosotros personas consumidoras impacientes en vez de ciudadanos esperanzados en lo que está por llegar… cuando toque. Descontextualiza, que algo queda.

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