Aeropuerto

Uno diría que el fundador del autonomismo andaluz es don Manuel Clavero Arévalo, ministro con la UCD

Una iniciativa de Más País ha llevado al Congreso de los Diputados la proposición de rebautizar el aeropuerto de Sevilla como Aeropuerto Blas Infante, con lo cual se pretende homenajear, en palabras de doña Esperanza Gómez, al "fundador de nuestro autonomismo". Uno diría que el fundador del autonomismo andaluz es don Manuel Clavero Arévalo, ministro de Cultura con la UCD; pero yendo al asunto que nos ocupa, conviene recordar que la obra de don Blas Infante, asesinado durante la Guerra Civil, está más cerca del pintoresquismo decimonono, del viejo regeneracionismo krausista, que de la profunda parcelación administrativa del poder, llevada a cabo en los ochenta del siglo pasado.

Quiero decir que la significación histórica de Blas Infante es de escaso relieve, y se ha visto magnificada por su asesinato. Asunto distinto es que se lleve a cabo o no la propuesta; propuesta que no es ni buena ni mala, pero sí evitable. Si los señores de Más País quieren honrar a hijos ilustres de Sevilla, nativos o adoptados, tienen mucho donde elegir: desde San Isidoro y Alfonso X el Sabio, cabezas eminentísimas de la erudición medieval, hasta el poeta Vicente Aleixandre, Nobel de literatura en el 77. Uno no descartaría, en pos de la reconciliación que hoy se deplora, un Aeropuerto Hermanos Machado que acaso no conozcamos (el simpar Puigdemont se ha plantado en Colliure a poner la estelada sobre la tumba de Antonio Machado, quien dijo de los andalucistas, y de los nacionalistas en general, que eran españoles de segunda clase y andaluces de tercera). Pero tampoco estaría mal un Aeropuerto Gustavo Adolfo Bécquer, Diego Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo y otros hijos de Sevilla, sin duda de igual valía que don Blas, y que quizá merezcan la atención de las autoridades, siempre, claro es, que sea llegado el caso de cambiar de nombre al aeropuerto.

Para salir del secular atraso que denunciaba don Blas, uno preferiría que el aeropuerto de Sevilla tuviera conexión al metro y al cercanías, además de ver mejoradas sus instalaciones. Desde luego, son cuestiones, quizá no tan simbólicas ni edificantes, pero que facilitan la vida del administrado. No en vano, esa es la función última de la autonomía: una defensa más próxima y eficaz de los intereses locales. Y es en defensa de esos intereses por lo que uno prefiere vindicar la nombradía y el alto magisterio de Velázquez, de Bécquer, de Aleixandre, de los hermanos Machado, a la oscura desdicha del señor Infante.

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