Opinión

Antonino Joya

Agradecimiento de Jesús Vidal

La gala de los Premios Goya, que se celebró el sábado pasado, nos regaló uno de los momentos más emocionantes de los últimos tiempos. Hablo del discurso que pronunció Jesús Vidal, el actor que da vida a Marín en la película "Campeones". Al recoger el premio al mejor actor revelación, Vidal -que desde su nacimiento tiene una severa discapacidad visual-, pronunció las palabras más emotivas de la gala. El discurso de Jesús Vidal será recordado porque consiguió conectar nuestros corazones. Así de sencillo. Nos atrapó porque fueron palabras sinceras, contadas por un hombre sincero, también desde lo más profundo de su corazón. Sin historias ni anécdotas inventadas. El discurso ya comenzó con un buen detalle: se acordó de sus compañeros nominados, a los que citó por sus nombres de pila, uno por uno. A continuación utilizó el humor -"Academia ¡No saben lo que han hecho al premiar a un actor con discapacidad!"- para después lanzar un mensaje directo de tres palabras: "Inclusión, diversidad, visibilidad". No es fácil hablar en público y, sin embargo, Jesús dio su discurso del tirón, sin un solo papel ni anotación y sin cometer ningún error. Tuvo palabras, por supuesto, para sus 9 compañeros de reparto, para el director, Fesser, los guionistas, incluso para quienes lo ayudaron en sus inicios.

Dominó las pausas y el tono de su voz. A veces se detenía para dejar que el público se riera o lo ovacionara y a veces alzaba su voz por encima de los aplausos de la audiencia, como hacen los políticos en sus mítines, solo que de verdad, sin imposturas, con la voz quebrada por la emoción y por el amor hacia sus padres.

Y a partir del minuto 3, cuando parecía que el discurso iba a terminar con la habitual sucesión de agradecimientos, el corazón y la voz de Vidal nos trasladaron hasta su tierra natal: "Y ahora, me voy a León", dijo. La tierra de sus sobrinos, la de sus hermanas y, cómo no, la de sus padres a quienes Jesús dedicó las palabras más bellas de la noche. "Mami, gracias por darme la vida, gracias por dármelo todo, gracias por enseñarme a ver la vida con los ojos de la inteligencia y del corazón. Te quiero todo!!". A su padre: "Gracias por haber vivido y luchado tanto por mí. Eras la persona con más ternura del planeta y con solo una sonrisa cambiabas y cambias el mundo". El discurso acabó, como acaban los buenos discursos: con una buena frase, una de esas que te hacen pensar después de escucharla y que resonará en nuestros corazones durante mucho tiempo: "Queridos padres, a mí sí me gustaría tener un hijo como yo porque tengo unos padres como vosotros". Una forma sencilla, humilde y a la vez, grande y generosa, de mostrar agradecimiento por la vida.

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