Ahora se acuerdan

¿Por qué se marchan los que habían encontrado allí su medio de vida? Uno de los motivos es la continua devaluación de los productos del campo

Ahora se acuerdan. Será una pura coincidencia, pero ha sido alertar sobre la importancia de la España vaciada para la nueva composición del Parlamento y reconocer, con golpes de pecho, la iniquidad que supone la situación que sufren los habitantes de las pequeñas poblaciones y los del campo. Y emprenden una loca carrera para ver quién es el que mejor conoce aquellas deficiencias y, cómo no, hacer un listado de promesas compuestas por las medidas que se les ocurre para paliar la situación. Mejorar los servicios: bien. Mejorar las comunicaciones: bien. Perdonarles parte del IRPF: bien. Y todo es darle vueltas a la imaginación para tratar de ganar la simpatía de los agricultores y de los residentes en pueblos en general. Lo más curioso es que, con esta actitud, nos muestran que, hasta ahora, han tenido una especie de ceguera y de favoritismo, un no darse cuenta o no querer darse cuenta de lo que pasaba. Hubo un tiempo, a principio de los ochenta, en los que se mejorararon situaciones francamente penosas (falta de luz eléctrica, de teléfono y en ocasiones hasta de agua corriente); pero pronto se dio marcha atrás (recuerdo una agria discusión en un Congreso del Psoe con el entonces presidente de la diputación que decía que, políticamente, había que volcarse en las ciudades buscando votos), y se acabaron las mejoras. Desde entonces el campo y las pequeñas localidades están a la cola de las inversiones. Esta es una de las razones por las que muchos miles de personas se manifestaron protestando por su situación. Fue el penoso inicio de la cuesta abajo en la desatención. Pero la pregunta que hay que plantear es ¿por qué se marchan los que habían encontrado allí su medio de vida? Quisiera resaltar aquí uno de los motivos: la continua devaluación de los productos del campo. Tenemos un claro ejemplo en estos días: la auténtica miseria que están pagando por el aceite y por las almendras. Estamos abocados a "cerrar" los negocios porque ni se cubren los gastos: cualquier negocio ya habría echado la persiana. He visto varios grupos de cultivadores y el desaliento es total: no hay ganas ni de talar, ni de abonar. Si a esto añadimos la situación de sequía... ¿Quién quiere quedarse? Algunos dirán que las subvenciones equilibran esos números negativos. Falso. Pero es que no se quieren subvenciones, sino que se valoren los productos como se debe teniendo en cuenta los costes. Ni más ni menos.

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