Alborán, la isla de la Luna

Este islote almeriense, a medio camino entre Europa y África, ha sido protagonista de sorprendentes y curiosas historias

Tal vez algún remoto antepasado suyo, querido lector, se hacía a la mar, devoto, rumbo a Noctiluca. Describe el geógrafo romano Rufo Festo Avieno, en el s. IV d.C, como en aquel islote a medio camino entre Hispania y África se erigía un Templo en honor a la Luna. Recientemente se han encontrado restos arqueológicos sumergidos que podrían corresponder con aquel primitivo y sacro templo. Siglos más tarde, ya en 1540, abunda la literatura que relata como Bernardino de Mendoza dio caza al pirata berberisco conocido como Alborany en la misma isla que le servía de refugio. Aún circulan leyendas que sitúan la tumba del pirata y su tesoro en la ínsula que acabó tomando el nombre de su morador más célebre. Ya afianzado el dominio español sobre aquella plaza la isla pasó a depender de Almería tras un disposición de Alfonso XII dictada en 1884. Pero antes, en 1876 un hito marcó el devenir de la isla. La inauguración de un faro, que primero funcionó con aceite de oliva, luego con parafina de Escocia y finalmente con petróleo, trajo consigo a los primeros habitantes estables de la isla: los fareros y sus familias. En 1907 nació la única alborense natal conocida: "Mercedes, hija de la Luna", cuentan las crónicas. Fue Merceditas, además de hija de la luna, la primogénita de uno de los fareros del momento. Uno de estos hombres juró al investigador Elías Montes, la veracidad de una sorprendente historia. Aseguraba el torrero que en diciembre de 1943 arribaron a la isla cinco individuos que procedían de una comunidad monacal del monte Athos, en Grecia. Huyendo del ajetreo de la Segunda Guerra mundial y guiados por un judío atracaron por allí con la intención de fundar un monasterio copto. Sin saber cómo algunos barcos les hicieron llegar los materiales necesarios para ello, campana incluida. Cosa de un año más tarde el monasterio funcionaba a pleno rendimiento, estando los isleños encantados con la presencia de gente tan educada y laboriosa. El misterio se cierra con la desaparición absoluta de la comuna ortodoxa sin que quede claro ni cómo ni cuándo sucedió. Los últimos episodios dignos de película datan de la Guerra Fría donde se pudo comprobar cómo barcos soviéticos espías, camuflados bajo la apariencia de pescadores, e incluso un submarino la rondaron valorando una posible ocupación. La isla de Alborán es, por tanto, un sitio muy nuestro cargado de historias y lleno de Historia.

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