Alcaldías en porciones

Se habrán pensado que los ayuntamientos son una caja de quesitos que se consumen en porciones. Yo cojo dos; a ti te tocan tres

Se habrán pensado que los ayuntamientos son una caja de quesitos que se consumen en porciones. Yo cojo dos; a ti te tocan tres. Hasta terminar. Eso se desprende de la moda que han puesto sobre el tapete varios negociadores a la hora de constituir los nuevos ayuntamientos. No se trata de pequeñas poblaciones: fueron propuestas hechas, incluso, en Madrid y Barcelona por partidos distintos. No ha llegado a buen puerto en ninguna de estas dos ciudades, en otras sí; pero ahí estaba la propuesta. Si lo que me sugieren estas actitudes tiene algo que ver con la realidad, nuestro panorama político no puede ser más deprimente. O sea, se pueden intercambiar dos personas al frente de un ayuntamiento sin que se resienta la gestión ni la orientación de la acción municipal. Si esto es así, la conclusión sería que es una auténtica estupidez repartirse el sillón por años, meses o semanas. Porque si no cambiamos para mejor y todo sigue igual ¿para qué cambiar? Si se cambia para peor, ¿a qué viene el cambio? Y si el segundo es mejor que el primero, ¿por qué no ponerlo directamente? Se podría argüir que se trata de dos políticas diferentes. Pero si no existe mucha diferencia entre ellas, aplíquese el razonamiento anterior. Y si las diferencias son notorias, entonces ¿cuál es el tipo de acuerdo al que han llegado esas formaciones políticas? ¿En base a qué han podido pactar ese infame reparto? ¿Se puede cambiar de políticas, sin más ni más, antes de terminar una legislatura, al cabo de un par de años o de unos meses? Me temo que no se han planteado estas preguntas a la hora del reparto. Buscar las políticas y las personas más adecuadas para un determinado municipio no entra en sus cálculos. Además, si a estos repartos en el seno de un ayuntamiento unimos el simple intercambio de cromos que otorga un municipio a un partido para recibir otro a cambio la situación se confirma. Al determinar quién debe regir una ciudad quedan al margen el diagnóstico de problemas y la propuesta de soluciones. Eso es lo de menos. Solo importan los intereses de las personas que van a ocupar los cargos y la mayor repercusión de un partido en el ámbito global. Para ellos los programas solo recogen frases bonitas a las que no se les hace caso. Los grandilocuentes discursos en las tomas de posesión son una serie de lugares comunes que se olvidarán pronto. Y entretanto, las ciudades y los ciudadanos abandonados.

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