¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Alfonso Lazo, en la Academia

Hoy, el profesor Lazo es un caballero jüngueriano que, desde este periódico, actúa de solitario francotirador

Al padre de Alfonso Lazo lo mataron unos milicianos en el Madrid de inicios de la Guerra Civil. Lo sacaron de su hotel y bang, otra muesca más en la gran culata de la heroica y democrática clase trabajadora. Su único pecado, ser un burgués con corbata y traje de baño en la maleta. Lazo tenía todas las pólizas para permitirse el rencor. Sin embargo, perteneció a ese nutrido grupo de hijos (o huérfanos) del bando vencedor que terminó militando activamente en la izquierda antifranquista. En sus veraneos en el campo supo de las miserables condiciones de vida de los jornaleros andaluces y fue creciendo en él una sensibilidad política y social que le llevaría a sumarse al partido de Tierno Galván ("esa víbora con cataratas", como lo llamó Alfonso Guerra) y al PSOE, a cuyo servicio cometió sus dos grandes errores, según nos confesó hace años en una entrevista: actuar de mayoral en el acoso y derribo de José Rodríguez de la Borbolla (nuestro Pepote) y haber votado en el Congreso la aprobación de la Logse, aquel polvo del que proviene el actual lodazal educativo. Hoy, el profesor Lazo es un caballero jüngueriano que, desde este periódico, actúa como solitario francotirador contra todas las pamplinas de una época en la que, como en todas, "… resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro/ generoso o estafador", según cantó Discépolo.

Con Alfonso Lazo se puede estar de acuerdo o no, compartir o no su actual aristocraticismo intelectual (mitad jesuítico, mitad institucionista), pero siempre siembra en la cabeza de sus alumnos-lectores una semilla de reflexión que va más allá de las modas y el buen tono imperante. La narración de su viaje con Tierno a Rumanía -incluida una delirante visita a un iracundo Ceaucescu que invitaba a aquel grupo de finos marxistas de salón a empuñar el fusil-, que él mismo cuenta con divertido distanciamiento, es un resumen de todas las contradicciones de un antifranquismo que criticaba en España lo que alababa al otro lado del telón de acero.

El pasado viernes nos enteramos de que Lazo es uno de los nuevos fichajes de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, honor que comparte con Ignacio Camacho, cuyas columnas en la competencia son un ejemplo del mejor periodismo. Personajes como éstos prestigian a las instituciones en las que ingresan, así que la enhorabuena se la damos a la vieja corporación de la Casa de los Pinelo. Seguro que su director, sidi Rafael Valencia, asentirá con su habitual sonrisa irónica.

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