De reojo

José María Requena Company

Algarobico: ¿Y si votamos?

PUES sí, es una moción quizá más propia de un 28 de diciembre que de un domingo abrileño. Pero expele tanto frenesí el asunto, que reflexionar en voz alta y decir lo que en otro ámbito suene disparatado, aquí acaso resulte solo algo frívolo. A lo que voy: ¿y si se celebra un referéndum municipal sobre si se tira o no el Algarrobico? No para dictaminar si el hotel es legal o ilegal que eso es un tecnicismo sub júdice. Sino para arbitrar qué hacer con algo que ya está ahí: sobre el hecho estético y el hecho economicista, del mazacote ladrillero. Porque las fogosas condenaciones al uso -basadas en algo tan relativo como su fealdad- no anulan por sí la legitimidad de apostar por su potencial turístico y empleador. Y el reduccionismo estético del problema -porque un problema, y grave, es demoler una inversión de 30 millones, tirando 10 millones más de recursos públicos- no supera la sensación de que con ese criterio simplista hoy sería impensable erigir, pongamos, el Cable Inglés (imaginen el horror de ver alzarse ese armazón metálico...). Espantajo que tras unas generaciones, era empero una joya emblemática de la ferretería arquitectónica o la iconografía industrial. Y las 500 viviendas, todo un Bauhaus indálico. Y claro, se impone evocar las protestas iniciales contra las obras de Eiffel y Gaudí o las miles de paradojas históricas, desde la invención de la rueda, contra lo novedoso. Paradoja que solucionó la democracia desde la evidencia de que aun si sus resultas no eran las más sabias, como las votan todos, aunque se yerre, se acepta el error mejor que si lo deciden unos pocos (¡y en Sevilla!), ¿verdad? Desde tales premisas y la sana experiencia de otros municipios que votan sobre cuitas feriales o urbanas y no les fue mal, especulo: ¿Sería tan absurdo que a los pueblos afectados se les consultara sobre el Algarrobico? No mañana, sino a un año vista. Total, los tribunales van para un lustro o más. Y que en ese tiempo unos y otros afinen, y acrediten, con sosiego y sin ventajismo sus propuestas, debatan sus pros y sus contras, sus beneficios y perjuicios. Y lo que resulte se respete, sin perjuicio de depurarse las responsabilidades que merezca cada quién. Soluciones legales para conciliar votos y ley, las hay. Si se quiere. Y tal vez un día, Almería exhiba orgullosa ese, hoy, adefesio hotelero, cual joya sin par de la arqueología turística del despiporre. Somos así, no crean.

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