De Reojo

José maría requena company

Allegadímetro navideño

Serviría para medir, como su nombre indica, el grado de allegamiento entre personas

La Navidad es, sobre todo, un sentimiento. O si quieren, por aquello de evitar recelos, representa una festividad cuya razón de ser es lograr que afloren los mejores sentimientos humanos de afecto, unión y solidaridad, sobre todo, familiar. Un sentir que cristaliza en relaciones efusivas que este año nos llegan rebozadas en una insólita aporía, siquiera coyuntural: abrazarse, sonreírse o besarse, estará restringido a parientes y "allegados". Concepto éste que ha oficializado el Gobierno para autorizar a quiénes puedan desplazarse, o no. Aunque como se trata de un término equívoco donde los haya, no falte quien malicie que lo ha inspirado el mismo diablo, por la fatiga que acarreará verificarlo. Así lo indican algunos agentes de tráfico, que andan rechiflando los pobres, claro, con el palabro. Pero, aunque por aquí no sepamos mucho de inventar vacunas, sí tenemos emprendedores subvencionados por la Junta que, (eso dicen que dice la memoria justificativa de la subvención), están ideando un aparato para controlar a los susodichos. Lo llaman "allegadímetro" y serviría para medir, como su nombre indica, el grado de allegamiento entre personas que, aunque no compartan relación familiar, desean compartir cariño, así, en general. Sean éstos navideños o no. Para los primeros sirve poco, parece, pero para el resto (de cariños), auguran un nivel de infalibilidad fetén. La clave estaría, creo, en que la linternita sensora del "allegadímetro", clasifique el destello irisado ocular y el nivel ardoroso del sujeto, o sujeta, cuando el Guardia le pregunte que a quién se va a allegar. Y según el nivel de chiribitas relampagueantes ante la mera mención del allegamiento sugerido, pues eso, cantaría el cachivache que sí, que efectivamente tiene con quien allegarse y que hay quien le dejará que se allegue. O si no hay llamita ocular, pues nada, multa y vuelta para Madrid. El invento, además, promete fama y fortuna eterna a sus inventores, porque, cuando el personal se vacune y ya podamos viajar, igual sirva el mismo chisme, y por siempre, para detectar esas otras miradas lascivas de los tantos mirones que tanto afligen a la Ministra de Igualdad. Un invento a la andaluza, en fin, con el que, si funciona, alguno sonreirá a fin de año. Un año que hoy acaso despida sin discursearle a los Santos Inocentes, pero ahí queda esto, a cuenta del rezo. Sean prudentes, feliz Navidad y saludable Año Nuevo.

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