Crónicas desde la Ciudad

Almería Acoge

Conocía a la asociación por titulares en prensa y ahora comienzo a saber de la grandeza de los voluntarios

Cuando un virulento ramalazo de xenofobia y populismo recorre la vieja Europa al parecer para quedarse; cuando en la frontera turca se hacinan millones de refugiados huidos de masacradas ciudades sirias; cuando la nación más poderosa de occidente aupa a la presidencia a un racista gañán podrido de dinero que amenaza con expulsar de EE.UU. a un millón y pico de emigrantes, en su mayoría hispano parlantes; cuando las pateras zozobran en un mediterráneo que se traga a cientos de magrebíes y subsaharianos sin que ninguna virgen extienda su manto protector… Cuando todo esto ocurre en un mundo globalizado, cruel e injusto en el que la brecha entre ricos y desamparados se ensancha hasta la náusea, uno llega a abominar el haber nacido en el planeta Tierra y no en Urano o Plutón. Sin embargo, seguimos creyendo en la bondad del ser humano. Hace días fui invitado por el amigo Julián Pablo Díaz a un acto tan solemne y emotivo como sobrio y sencillo en el que la ONG "Almería Acoge" reconocía públicamente -en el XXX aniversario de su fundación- a personas físicas, colectivos e instituciones privadas u oficiales por su colaboración. Conocía a la asociación por titulares en Prensa y ahora comienzo a saber de la grandeza de los voluntarios que la hacen posible, prácticamente desde el anonimato. Ahí supe de su lucha por la integración cultural, laboral y social de los muchos miles de migrantes que habitan la capital y provincia. No a imagen de la sopa boba de conventos y cuarteles, de tómbolas y rastrillos o juntas de beneficencia y sí desde el respeto a la diversidad, color, religión y procedencia geográfica de cada uno de ellos. En esa gala de premiados escuché reiteradamente balsámicas palabras: solidaridad, igualdad, compromiso, afecto... Sinceras y cargadas de contenido, de proyectos en marcha. Una labor, insisto, tenaz y sostenida en el tiempo desde que Almería Acoge inició su andadura hace tres décadas en El Ejido de manos de los pioneros Antonio Puertas o Juan Sánchez Miranda -actualmente presidida por Juan José Castillo- y que hoy se extiende hasta los campos de Níjar. No los que narrara Goytisolo, sino de plástico e invernaderos en los que viven y conviven mujeres y hombres llegados a la para ellos nueva tierra de promisión. Desde la más sincera admiración en tan señalada efeméride, valga esta modesta columna, que no será la última, como reconocimiento. Almería y sus administraciones deben tomar conciencia real de vuestra apuesta y objetivos. Felicidades, salud y suerte.

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