Amor patrio

Me pregunto si en unos años ser ciudadano consistirá en deberle algo a alguien en lugar de ser titular de derechos

He llegado a mi tierra y me siento más extraño que nunca/He llegado a mi tierra y me siento más extranjero que nunca". Con estos versos de los Novísimos, de los que nunca recuerdo el autor, se asientan gran parte de mis pareceres respecto a los vericuetos de nuestro momento presente. Los españoles somos más extraños que nunca, en la medida en la que la administración no cuida de premiar el buen comportamiento legal y deja la honradez jurídica en las largas listas de espera de las hojas de reclamaciones, demandas judiciales, etc. Hay un abandono de la moral en las instituciones y una deshumanización de lo público. El comportamiento elegante, honesto, conciso, de algunos ciudadanos es ninguneado y satirizado en beneficio de todas aquellas grietas nunca corregidas por las que se cuela el pillaje español y el fraude a pequeña escala. Al mismo tiempo somos más extranjeros que nunca por la ambigua situación de nuestros derechos en tanto y en cuanto somos merecedores de los mismos pero no de su aplicación. Los artículos de la constitución española que hacen referencia al derecho a la vivienda y al trabajo, como grandes axiomas, se han convertido en palabras sin sentido. Hay que hablar ya de fracaso jurídico y de demanda efectiva de dignidad. Por ejemplo: las administraciones no controlan el mercado inmobiliario ni aún después de haber pasado por una crisis. Ahora es el alquiler la nueva burbuja que impide que el ciudadano honrado y cotizante pueda vivir dignamente en beneficio del ciudadano astuto que si puede hacerlo gracias a los precios imposibles que se permiten legalmente. Y a todo esto, en vísperas de otras elecciones, ningún partido político dice nada al respecto. Ni la supuesta izquierda ni la presunta derecha toman interés por la relación alquiler, vivienda y dignidad, en sus campañas mediáticas. ¿De qué pretenden salvarnos entonces en sus discursos mesiánicos? Aun no entienden que lo único que le interesa al ciudadano es el trabajo, la vivienda y la dignidad. Lo demás ni lo entiende ni le concierne. Por todo eso, los españoles somos más extraños que nunca en nuestros contextos y más extranjeros que nunca en nuestro país. Aquellos versos del poeta, del que no recuerdo su nombre, cada vez son más certeros y lapidarios. Me pregunto si en unos años ser ciudadano consistirá en deberle algo a alquilen en lugar ser titular de derechos.

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