Todas las grandes obras, admiten diferentes interpretaciones y el Quijote no podía ser menos; la obra de Cervantes es una explosión personal, donde bajo un anovelamiento y juego de metáforas encubre sucesos reales de auténticos personajes; es como una vida, un sueño, en la que podemos observar que hay una anticipación a Calderón de la Barca. Miguel de Cervantes, estaba desde muy joven influido por la poesía, el teatro y en Don Quijote vemos su parte instructiva y amena, donde abunda la fábula con un disfraz metafórico de protesta personal; Cervantes, posiblemente es víctima de un sentimiento fatalmente influido por su condición de manchado, una mancha que no se le borrara en la vida, y actuara como un acicate en esa grandiosa amalgama que instruye deleitando, ocultando y enmascarando aquello que le preocupa. Sale de su aldea, de su mancha judía, de la comarca sanabresa de la Requisada en los montes de León, no le faltan ganas de cambiar el mundo, denominándose Don Quijote de la Mancha, defensor de manchados; hay una adolescencia empañada por la experiencia de su azarosa vida, que le lleva incluso a descuidar su fabula utilizando un lenguaje significativo. Le traicionan las hayas, las carretas de bueyes, la gaita zamorana, Sayago, la Sierra Negra, el paso honroso, Quijada o Requesada, el lenguaje de Montiña, de la hacas galicianas es insólito de un campesino labrador de la Mancha castellana; levar ferro, de chanto, de adeliño y un largo etcétera, perteneciente al plurilingüismo existente en las montañas de León, de donde provienen las propias formas gramaticales, asi como de escribir tal cual se habla o el muy particular significativo giro del verbo quitar, ajeno a castilla o la palabra luego, enfocada en un determinado sentido del indicativo del termino de trochuela, que eran específicos de una comarca, y desde luego ajenos a otros ambientes. Naturalmente le traiciona un léxico muy rico, propio de un determinado lugar, que está relacionado con lienzos y paños que además está lejos del que pronunciaría un cirujano sangrador. Todo este variopinto vocabulario, arroja luz sobre el escenario semántico y mental de su infancia, imposible de tapar bajo la tramoya de La Mancha geográfica, cuyas rutas conocía, solo de paso, por sus viajes profesionales, no olvidemos que fue recaudador de impuestos, dispensando el trigo que consumía la Armada de Felipe II, y también digamos, que algo por su matrimonio.

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