La Andalucía de Blas Infante

Hay ocasiones en que ciertas individualidades juegan un papel determinante en un momento histórico dado

C ONOCIDO como el "padre del andalucismo", nace en Casares (Málaga), el 5 de julio de 1885. Según su biógrafo, J. Antonio Lacomba, "viene a ser en buena parte la historia del esfuerzo por la recuperación de Andalucía, objetivo que inspira todo el quehacer de Blas Infante".

Bien es cierto que quizás solo un hombre no decide el camino de la historia, pero sí hay ocasiones en que ciertas individualidades juegan un papel determinante en un momento histórico dado. ¿Qué hubiera sido de esta amada Andalucía si los moradores de ella hubiésemos tenido mentalidad de nacionalidad? Este "padre del andalucismo" fue el primero en cantar el al-andalus que cada uno de nosotros llevamos dentro. En el día de hoy, Andalucía es un pueblo cultural, manantial de sabiduría desde la más remota antigüedad, con una situación geográfica privilegiada y casi ocho millones y medio de andaluces (censo 2018), que como vascos, catalanes y gallegos podríamos renacer con renovadas fuerzas e intensa actividad, y no ser el furgón de cola de toda la Comunidad Europea, desde el punto del desarrollo europeo.

Blas Infante fue el primero en defender la continuidad histórica del pueblo andaluz. No intentó inventar Andalucía, al contrario, quiso recoger, rejuvenecer y potenciar una vieja realidad.

Hoy, en especial mañana, Día de Andalucía, y en un futuro no debemos hablar de subdesarrollo, sino de desarrollo relativo. En el resto del Estado lo que se discute es cómo gestionar el capitalismo y desarrollar mejor la democracia.

Andalucía, el andalucismo si es que aún existen rescoldos, necesita una "organización capaz de explicarlo con coherencia y con dirigentes que tengan credibilidad".

Blas Infante es detenido el 2 de agosto en su casa de Coria del Río (Sevilla), donde celebra con su familia la onomástica de su segunda hija. Pernocta primero en un cuartelillo de la Falange, luego con la policía y posteriormente en un cine-prisión improvisada. Ocho días más tarde, en la carretera de Carmona, de madrugada, dedos anónimos aprietan el gatillo del crimen. Era la calurosa noche del 10 de agosto de 1936. Una desgarrada descarga al borde de la cuneta ahoga el grito de "Viva Andalucía libre" antes de que cayera muerto en el linde de una huerta con el Cortijo Calonge. Manuel Hernández, un viejo cabrero de ochenta y siete años lo describió en una prensa andaluza cincuenta y cuatro años después de aquel luctuoso suceso, era diciembre de 1990.

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