Animal de costumbres

Las vacaciones tal vez sean un estado del ánimo más que una interrupción de lo ordinario sostenido en las costumbres

Escribe Saramago que "probablemente, solo en un mundo de ciegos serán las cosas lo que realmente son". Y, aunque no pensaría el genial escritor en las vacaciones, viene a propósito su agudo raciocinio ahora que agosto acaba en la cada vez menos lenta consumación del calendario. Verdad es que se generaliza el disfrute de las vacaciones, cuando muchos las desconocen o no pueden permitírselas, y más atinado resultaría pensar que, durante el tiempo señalado para la vacación, prevalece o se impone un estado del ánimo, este sí más extendido, de cierta anormalidad. Entiéndase esta última como una situación que, por motivos accidentales o temporales, se halla fuera de su estado natural o de las condiciones que le son propias. Aunque ello pueda deberse a la preocupación por la falta de médicos o la disminuida atención de algunos servicios ordinarios. Que las vacaciones, sobre todo cuando solo se materializan en un estado del ánimo no acompañado por una excepción gozosa, tienen bastante de esa anormalidad más primaria y menos festiva.

Interrumpir el veraneo -bien que este no sea tan largo como antaño- se interpreta, asimismo, como señal de preocupación o interés, por más que muchas veces primen los gestos de la apariencia. Como adelantar unos días el final, de modo que se adelante el almanaque para calentar los motores -aunque puedan estar gripados- del curso de las cosas. Sea como fuere, el lunes próximo se trastoca el estado del ánimo -socorrida expresión que hasta teológicamente se ha utilizado para señalar la naturaleza del Infierno-. Para unos, con ese síndrome posvacacional -tan propio de la tendencia a psicologizar cualquier expresión natural del comportamiento- que parece necesitar una terapia de reincorporación. Otros, precisamente con el anhelo de volver al vértigo de los días, porque esta adicción -otra vez la psicología- inhibe el ocio o lo hace artificial. Y, acaso los más, sacándole algo de partido a la dichosa normalidad, cuando esta se presenta con más o menos buen acomodo. Si bien solo sea como costumbre, que así lo sostiene Javier Marías: "Todos sabemos que lo que se empieza con desgana, incluso con aversión, puede acabar seduciéndonos por la fuerza del acostumbramiento y un inesperado afán de repetición".

Dickens, en fin, ya adelantó que "el hombre es un animal de costumbres", como esta de las vacaciones que terminan.

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