Animalidad latente

Hay en toda civilización una agresividad reprimida o coartada que puede explotar y expresarse de distintas formas

Como colofón a sus estudios psicoanalíticos y del subconsciente de la condición humana, Freud abordó el problema de la civilización, la cultura, la religión y el arte en la etapa postrera de su vida. Su inquietante y revelador pensamiento sigue teniendo hoy una larga influencia en el campo de los estudios sociológicos. La civilización o el proceso civilizador debe entenderse en este contexto como el conjunto de valores y normas que construyen y mantienen la estructura social, los lazos sociales, frente a las tendencias agresivas, instintivas, del individuo por separado. La cultura sería entonces la forma concreta de manifestarse esa civilización, con sus normas y prácticas concretas que la diferencian de otras. Esta visión freudiana aborda el asunto, una vez más, desde la dialéctica animalidad-racionalidad, como fuerzas determinantes que definen al ser humano. Freud aprecia en todas las instituciones de la sociedad, pese a su aparente aspecto de pulcritud racional y normativa, un evidente poso de violencia primigenia, puesto que todas ellas están dirigidas y participadas por hombres concretos e individuales. Hay en toda civilización, por tanto, una agresividad reprimida o coartada que puede explotar y expresarse de distintas formas. Una violencia latente que puede reventar y manifestarse colectivamente en el carácter y expresión de muchas fiestas o ritos religiosos y en la mayoría de tradiciones populares que suponen un efecto liberador de esta energía violenta reprimida. Ejemplos evidentes de ello no faltan en, por ejemplo, nuestra cultura, y resulta innecesario citarlos aquí ahora por estar en la mente de todos. La violencia de género o el terrorismo, sea religioso fundamentalista o racial y xenófobo, pueden encontrar también una fácil explicación en esta liberación de la agresividad brutal, connatural a la condición humana. Freud constata que la sociedad reprime nuestros instintos más salvajes, enquistándose en forma de conflictos psicológicos que el hombre más primitivo y asocial no tenía. Otra forma liberadora de energía, en este caso no violenta y benefactora, sería el arte. Desde la óptica freudiana, la creación artística es un proceso por el que nuestras pulsiónes sexuales y violentas se subliman pacificamente.

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