Comunicación (im)pertinente

FRANCISCO GARCÍA MARCOS

Año nuevo, nueva percepción

Se anuncian limitaciones que se cumplen a medias o directamente se incumplen de forma reiterada

Los altos órdenes, aquellos que deciden la suerte de las sociedades y que acomodan la percepción colectiva, parecen haber resuelto concluir con el estado de terror pandémico. De forma sutil y progresiva, pero constante, han ido desapareciendo la abundancia de gráficas, invariablemente empinadas e intranquilizadoras. En apariencia, ya no es preciso recurrir a modelos estadísticos que arrojan predicciones aterradoras, al borde siempre del apocalipsis. Empiezan a proliferar los mensajes de talante abiertamente optimistas, incluso a plantearse, de manera firme y sin ambages, el tan deseado final de la pandemia. Los políticos atenúan sin disimulo las medidas que ellos mismos habían instaurado. Los estados de alerta no conllevan las severas restricciones que hace apenas unas meses eran por completo innegociables. También han variado su intensidad las cuarentenas, del mismo modo que el contacto con personas positivas tiene implicaciones menos gravosas. Se anuncian limitaciones que se cumplen a medias, o directamente se incumplen de forma reiterada. El pasaporte COVID ya no es tan vinculante e imprescindible. Llegan continuas noticias de nuestro entorno, del inmediato y del remoto, que apuntan en la misma dirección. En Italia se ha propuesto equiparar oficialmente el COVID-19 con un resfriado o, a lo sumo, con una gripe. La misma opción se baraja en Noruega, Holanda y otros lugares de la UE. En Canadá incluso se ha autorizado que los sanitarios infectados sigan en activo. Los informes científico sostienen esa línea y, por primera vez en la crisis pandémica, están teniendo protagonismo casi exclusivo. Al menos no hay que soportar el bochornoso espectáculo de ver contradecir al primer/a indocumentado/a tratando de refutar a quien lleva toda la vida investigando estas cuestiones. Lo más peculiar del asunto es que al final se han impuesto las tesis de Bolsonaro, que no es precisamente ni un científico, ni un intelectual, ni un demócrata. El COVID-19 equivale, más o menos, a una "gripecinha". Ante todo este aluvión progresivo de informaciones esperanzadoras, los ciudadanos han renunciado a tratar de sortearlo. Tan solo esperan el momento en que les llegue, los incomode unos días y, por fin, les permita pasar página. Aunque las cifras sean más escalofriantes que nunca, su recepción está en las antípodas. Eso no va a cambiar con el nuevo año: manipulan la opinión pública como quieren.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios