Antropología del juego

El dolor y el tedio son términos antagónicos, pues la cercanía a cualquiera de ellos nos aleja del otro

Los principales enemigos de la felicidad humana son el dolor y el aburrimiento. El primero se produce por la falta de unos mínimos cubiertos, esenciales para la vida, o por sucesos externos desfavorables. El segundo sobreviene cuando esos mínimos se hallan ampliamente satisfechos y acontece la abundancia. Por ello, el dolor es propio de las clases desfavorecidas y el aburrimiento de las poderosas. Al respecto, recuerda Schopenhauer que "la clase social baja libra una incesante batalla contra la necesidad y el mundo rico lucha desesperadamente contra el aburrimiento". El dolor y el tedio son términos antagónicos, pues la cercanía a cualquiera de ellos nos aleja del otro. Y no solo desde un punto de vista externo a nosotros, también interno, en el sentido de las capacidades personales de cada cual. La torpeza intelectual determina una escasa sensibilidad, lo que conduce a una mayor capacidad de resistencia ante las adversidades y una natural facilidad para el aburrimiento. En el lado opuesto, los individuos muy capacitados, eminentes, sufrirán más agudamente los contratiempos y rara vez serán presa del tedio, pues su inteligencia y creatividad les determinan una acusada vida interior. Los mediocres, en cambio, necesitarán todo tipo de escapes; reuniones sociales, distracciones vulgares y diversiones estériles. La inteligencia conduce, por tanto, al aislamiento y la misantropía. La necedad a la sociabilidad. Afirma con razón Séneca que "toda estulticia labra su propio aburrimiento". Y Schopenhauer recalca que "en la soledad se revela lo que cada cual lleva en su interior; el necio vestido de púrpura solloza bajo el lastre insoportable de su mísera individualidad, mientras el talentoso puebla y vivifica con sus pensamientos hasta el entorno más estéril". Entre las ocupaciones que la masa de mediocres practica con la intención de matar el tedio en su tiempo de ocio destaca el juego, en todas sus facetas y posibilidades. Afirma por ello Schopenhauer, con una vigencia escalofriante, que "el juego se ha convertido en la ocupación principal de la sociedad, la medida de su valor y la bancarrota declarada de todo pensamiento". Una ojeada a las nuevas industrias del ocio en nuestra tecnologizada y aburguesada sociedad -dispositivos electrónicos, videojuegos y casinos virtuales- y a la publicidad agresiva que las mantiene y expande, nos permite afirmar que en muy pocas décadas seremos una comunidad de enfermos ludópatas.

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