Aplicaciones del VAR

Cabe imaginar un artilugio que haga de censor de la conciencia y estreche la holgura del transgredir

Algo acostumbrados a una suerte de compensación entre los aciertos y los errores, el "videoarbitraje" -en palabro más conocido como VAR, que utiliza el acrónimo de los términos en inglés, "video assistant referee"- acaso remede al "Don Cicuta" del "Un, dos, tres…" -los lectores con menos años a cuestas no sabrán de qué se escribe- para corregir los desafueros de los árbitros, incluso con la ayuda de sus auxiliares en las bandas.

El empeño, algo bienintencionado, de procurar que los resultados de los partidos de fútbol sean más justos, por menos debidos a errores arbitrales, pretende aminorar la imperfección tan propia de las facultades, y de las decisiones, humanas. Como si pudiera caber una segunda oportunidad para revisar lo decidido o, asimismo, un escrutinio infalible con el que desvelar los intentos de confundir o de torcer la realidad. En fin, confirmar si el fuera de juego superó un límite imperceptible en el terreno de juego pero que no escapa a las cámaras de vídeo, comprobar si algún jugador disimuló la marrullería de un penalti o lo buscó con teatralidad, tienen poco alcance aunque sean materia futbolera, de agitación de las aficiones o argumento tertuliano. Ya que, puestos a buscar, o imaginar, otras aplicaciones del VAR, tal tecnología podría asimilarse al ejercicio de un censor de la conciencia y de las disposiciones que hiciera demasiado estrecha la holgura del equivocarse o del transgredir. A un sabio colega debo la opinión de que, para perfecto, Dios y no pocas veces se equivoca -será eso de escribir derecho con los renglones torcidos-. Pero un VAR aplicado a los desórdenes, si se quiere hasta a las distintas formas de la falsedad -camuflada o no de mentiras piadosas-, revelaría cuando decimos o hacemos lo que no es consonante con la realidad o con el debido proceder. Como un Pepito Grillo -tal vez antecedente de ficción del VAR-, vigilante de la conciencia, que se las valía para advertir el grado de rectitud de las acciones. Aunque su juicio quedaba reservado a la intimidad con Pinocho, sin resultar público con una precisión delatora. El VAR de las conductas, sin embargo, requeriría un código que hiciera las veces de las reglas del futbol, para así fundamentar, sin resoluciones arbitrarias, la consistencia de sus veredictos. Con bastante más alcance, entonces, que el de un detector de mentiras. Artilugio que solo advierte las destemplanzas del que engaña. No como el VAR, capaz de desvelar el artificio del embuste.

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