En una semana la situación ha cambiado por completo. Hace unos días en cualquier tienda sólo había un tema de conversación. Pero todo eran chistes, comentarios jocosos. El miedo estaba oculto y provocaba la necesidad psicológica de exteriorizarlo como una especie de risa nerviosa, liberadora. Ya no. El silencio, la prisa o la preocupación presiden los lugares de encuentro. En internet, en cambio, continúan los memes y los vídeos de broma. Hay que darse un respiro y eso está bien. Pero esa cascada de ingeniosidades muestra otro virus extendido: el narcisimo infantil que se ha apoderado de todos y que no para de producir excentricidades. Vivimos en una sociedad en la que todo gira en torno a la la adulación del ego y a la creación de un ambiente siempre de fiesta. Las risas en este caso no son para solo calmar la ansiedad; responden además a una forma de ser que llegó hace años para quedarse. Se critica a veces a los ciudadanos por haberse anticipado a la llegada del virus y por haber adquirido guantes o un par mascarillas. Pero ¿a quién debemos censurar? ¿A los que oyeron los primeros avisos y tomaron precauciones o a las autoridades que aseguraban que aquí no iba a pasar nada? ¿Quién ha obrado con mayor cordura?
En nuestra calle, los aplausos a los equipos sanitarios surgen de no se sabe dónde en mitad de la noche. Ha sido sin duda un buen detalle aunque no aporten nada útil ni práctico. O quizás sí. Los profesionales de la medicina se sentirán sin duda mejor sabiendo que cuentan con el apoyo y el respeto de los demás. Y pensamos que esa misma sensación sentimos todos cuando vamos al súper y pasamos ante otros trabajadores. Están también ahí ayudándonos con su esfuerzo y a veces sin la protección adecuada.
Hemos cerrado guarderías, colegios, institutos y universidades. Los profesores debemos ser también conscientes de nuestras obligaciones con las familias y con los alumnos. Lo importante es mantener, en principio, una buena comunicación y aportar materiales adecuados. Pero sin caer en la tentación de poner múltiples tareas y deberes sin sentido.
El alcalde está estudiando en el Ayuntamiento las ayudas necesarias para hacer frente a la crisis económica. Bien hecho. Si se han agravado los problemas en esta crisis, ha sido precisamente por ir a remolque de los hechos en vez de anticiparnos.
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