Luces y razones

Antonio Moreno Alcaide

Árboles de junta

Árboles de junta

Árboles de junta / Juan Antonio Muñoz Muñoz

Juntarse bajo un olmo añoso puede ser, como en la imagen, un acto cívico en el que se rememora lo que, no hace muchas décadas, constituía un hábito popular en el ordinario de los días. Cierto es que las cosas se explican en su tiempo. Y que las asambleas o juntas, tomadas como reuniones sin más propósito que el encuentro animado por la conversación, han dado paso a los cibernéticos contactos mediante redes sociales y a la expectativa, todavía incipiente, de una personalizada realidad virtual por obra y gracia de los avatares del metaverso. Pero la acogedora sombra de los árboles frondosos brindó cobijo a la cercanía del trato, a la complicidad de la palabra compartida –si es que en ella se pone lo que procura que así sea–, a la costumbre y la necesidad de acudir al encuentro, cuando los «árboles de junta» daban sombreada estancia a tales propósitos. Antonio Machado compuso unos versos memorables al olmo seco, y la nostalgia también escribe, con estrofas de recuerdos entrañables, una emotiva exaltación de los árboles de concurrencia, enraizados en la memoria como antiguo reclamo de compañía, aunque hogaño solo acudan los pájaros para aliviar la perenne soledad del no buscarse y estar al lado.

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