República de las Letras

Archivos

En ellos se da uno cuenta de lo fugaz que es el ser humano, lo inane de su existencia, lo débil de su memoria

Hacía mucho que no me convertía yo en ratón de biblioteca hurgando en los archivos públicos. Los archivos de Almería son muy buenos, muy completos, y el personal que atiende al investigador y le facilita la labor es muy competente, amable y servicial. Tenemos el Archivo Histórico Provincial, el Municipal, el de Diputación, con su gran hemeroteca, el Episcopal… Y ocurre que, rebuscando en los documentos que en ellos se guarda uno se siente como un intruso que registra un cajón de recuerdos ajeno. Siguiendo la trayectoria vital de un personaje, y aun teniendo en cuenta que los documentos alusivos apenas reflejan una parte mínima de lo que debió de ser su vida real, uno se sitúa como espectador ante una pantalla hecha de legajos viejos por donde van pasando los acontecimientos que en su momento modularon el destino del personaje investigado. Y llega a conocer cosas de su vida que incluso nunca hubiera sospechado.

Los archivos son una trampa en la que el tiempo ha sido momentáneamente detenido. O esa es la primera impresión que se tiene al leer los documentos antiguos y ver en ellos reflejados los hitos de las vidas ajenas. Pero no es solo eso. En los archivos se atisba el paso del tiempo como un viento, a veces brisa benefactora, a veces ábrego helado, que barre de la faz de la Tierra vidas y haciendas sin que exista fuerza humana capaz de detenerlo: la Vida, esa cadena de errores en el tiempo, pillada con alfileres en los documentos que de la vida dan fe. Tiempo y Vida unánimes en la destrucción paulatina del cuerpo mientras intentamos detenerlos y luchamos inútilmente contra sus funestos efectos. Qué son las artes, si no. Qué es, si no, la fotografía, ese instante detenido de toda una vida. Sobre todo, cuando un personaje se resiste a ser investigado y esconde su peripecia vital en las arrugas de la historia, como es el caso que ocupa ahora mi labor investigadora, se da uno cuenta de lo fugaz que es el ser humano, lo inane de su existencia, lo débil de su memoria y lo innecesario de su paso en un mundo que no le pertenece. Quienes creen en otra vida tienen ese consuelo, pero la felicidad que buscan es ciertamente carísima. En realidad, nacemos por un puro azar aquí y ahora, y no en otro lugar ni otro tiempo; vivimos en busca de algo inalcanzable, y en un día como tantos descansamos bajo la tierra, como decía Machado. Tempus fugit. Carpe diem. Beatus ille.

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