Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Arqueología de la primera dama

Hubo un tiempo en que Imelda Marcos y su armario zapatero eran todo lo que se conocía aquí de Filipinas

Si hay algo en política prescindible, y mira que hay, es el papel de las primeras damas. Deberían ser tan transparentes como Joachim Sauer, que como todos (no) sabemos es el marido de Angela Merkel. Atrás quedan los tiempos -ya románticos para quien vive para recordarlos- en que Jackie Kennedy aportaba clase, además de hijos y paciencia, al primer presidente católico de Estados Unidos (el segundo será Joe Biden). Hubo un tiempo en que Imelda Marcos y su armario zapatero eran todo lo que se conocía aquí de Filipinas, y eso que fue la última colonia española, entregada para dolor de una generación tras perder una guerra, precisamente contra el embrión del imperio yanqui. Silente fue la mujer de Churchill. Aunque, antes de casarse con Donald, Melania fue bien visible por su profesión de modelo, la primera dama estadounidense ha sido reacia a la Casa Blanca; mucho más se ha trabajado la de Florida: a ver quién se queda la mansión de nombre Mar-a-Lago, ahora que todo parece haber terminado.

Las cumbres de países poderosos o emergentes sirven, entre otras cosas vitales, para que las mujeres de los grandes hombres vayan de tour por alguna bella localidad, con algún intruso escandinavo y, lo dicho, alemán, países cuyas primeras ministras mandan a sus maridos junto a la troupé femenina a visitar una bodega o unos talleres de artesanía. No disparen al pianista por machista: los datos pesan. Hablando de disparar, habrá que leerse el texto del plan contra la desinformación del Gobierno (la ambigüedad de esta última frase es deliberada), para ver si por escribir este alcahueteo de damas y palacios me puede caer una reprimenda.

Enfocando a nuestro ombligo, con sus pelusas y otros seres, mucho cachondeo hubo con la relaxing cup of coffee de la mujer de Aznar vendiendo una candidatura de la ciudad de la que era alcaldesa por obra y gracia de los dedos índices y los bigotes. Para dar comidilla a los ultradistantes -francotiradores que acusan de equidistante a quien no milita- recordaré un vídeo de la mujer del que ya era presidente, Begoña Gómez. No sé si la grabación es en su despacho del Instituto de Empresa, hablando de méritos. En él nos da una lección poco convencida, con toda suerte de términos pedantes, engarzados como una manta de retales de management fino: marketing 360º, multicanal segmentado y empoderado que te mueres. No es el dolor que produce a los oídos, es el daño que su efecto halo hace a la profesión docente de economía de las empresas. Un amigo lo clava: Di empoderar, y pierde un escuchante".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios