Arrepentirse de estar vivo

Querellarse un hijo contra sus padres, por traerlo al mundo, es un sinsentido de quienes se arrepienten de estar vivos

La idiocia, en acepción genuina, conlleva trastornos debidos a una profunda, y temprana, deficiencia de las facultades mentales. Pero también connota, en el subjetivo elenco de las acepciones populares que acaban imponiéndose por el uso, otros variopintos descalabros del juicio. Bastante repartidos estos, por otra parte, entre las más perturbadoras causas. Al grano, un joven hindú, de 27 años de edad, se ha querellado contra sus progenitores por traerlo al mundo. Sostiene que nunca les pidió estar vivo y que su estado actual, destemplanzas aparte, es el de "vivo y arrepentido de estarlo". Semejante cuestión es propia de los adalides del "antinatalismo", movimiento o tendencia, incluso con fundamentos filosóficos, que tiene por inmoral la procreación, además de pensar que la miseria humana podría aligerarse si no existiera tanta gente. Claro que esto de la miseria humana señala también a quienes la utilizan como justificación de un disparate. Los más radicales "antinatalistas" proclaman que la humanidad debería extinguirse -axioma mayor pero no distinto del de acabar la rabia con la muerte del perro-. No se les podrá tachar, entonces, de incoherentes, aunque mejor sería que dieran el valiente paso de quitarse de en medio -formas dulces hay de hacerlo- en lugar de procurar tan ingente compañía que igual prefiere pasar bastante tiempo en este valle de lágrimas.

Acaso ese joven hindú arrepentido de la vida supiera ilustrarnos sobre cómo los padres, dispuestos a la procreación, pueden conocer la voluntad de quien ni siquiera ha sido engendrado. O qué suerte de pajarito, como el heraldo del difunto Hugo Chávez que hace de oráculo para alumbrar a Nicolás Maduro, podría anunciar a los progenitores afanados que un ente incorpóreo, en el delirante limbo del desatino, no quiere ser concebido.

Acusa de hipócritas, el "antinatalista" hindú, a sus padres, con los que dice mantener una buena relación y que le han procurado una vida próspera. Sin embargo, entiende que, con carácter general, los padres someten a sus hijos a las dificultades de la vida por su propio placer. Es decir, no cabe el placer del sexo sin el utilitario fin de la procreación. Y los que nacen de esta faena de engendrar no pidieron, antes que sus padres se aplicaran a ella, el resultado de existir. De esos polvos -no se entienda coloquialmente- del "antinatalismo" a estos lodos del desvarío, del vivir arrepentidos.

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