La cuarta pared

Arte-facto

Una pequeña casita en el valle de un arrozal es el cobijo ante una lluvia torrencial, pero también es sinónimo de hogar para quién la habita

Antiguamente las historias se pasaban de generación en generación mediante la palabra. El boca a boca hacía las veces de transmisor y de almacén temporal del cuento. Sin embargo, con el desarrollo de la escritura y la expansión de la imprenta, las historias empezaron a reproducirse y editarse en ese conjunto de hojas de papel que conforman un libro. De esta manera, independientemente del emisor o receptor de turno, las historias podían mantenerse invulnerables al paso del tiempo. Tuvimos que crear un objeto que recogiese esa creación, que la guardase para mostrarla posteriormente a cualquier otro y que además, pudiera transformarse y mutar para adaptarse al medio de su época, como podría ser el cómic, el cine o los vídeos de TikTok. Lo mismo sucedió con la música o la poesía. Hasta las artes más etéreas tuvieron que encontrar un soporte donde resguardarse. Un disco duro donde almacenar canciones mp3 o una nube online donde guardar los datos de un proyecto arquitectónico.

Otras muchas artes, como la pintura o la escultura, son más tangibles y evidentes. Las creaciones materiales artísticas han estado presentes desde el inicio de los tiempos del ser humano. Todos recordamos las famosas pinturas de Atapuerca o las monumentales esculturas egipcias. Siempre ligadas a la materialidad y sujetas al famoso proceso proyectual de la idea, el pensamiento y la creación. De esta forma, se termina produciendo un artefacto que de servicio a una determinada función o que simplemente intente representar una intencionalidad que luego será interpretada por un receptor, o no.

Una de las finalidades del arte es producir emociones, pero el artista no siempre puede controlar qué sentimiento despierta su obra en quién la consume. Por mucho que quiera controlar su mensaje, una vez que se le ha dado forma y se muestra abiertamente al público, son los sentidos y la memoria del destinatario los que determinan realmente su verdadero cometido.

Una pequeña casita en el valle de un arrozal es el cobijo ante la lluvia torrencial, pero también es sinónimo de hogar para quién la habita, capaz de producir en él una gran emoción de pertenencia y amor hacia su familia y su entorno. Se trata únicamente de un artefacto en mitad de la naturaleza, pero en realidad, es una idea que ha encontrado la forma de materializarse en un objeto físico. Como la historia con el libro.

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