Arte y sabiduría

El ser es único e inmutable y se halla en el fondo de todas las cosas, de las que percibimos su apariencia

En las enseñanzas regladas el temario de Historia de la Filosofía suele empezar siempre con los presocráticos Heráclito y Parménides, con el "todo fluye" del primero y el "ser esférico, único y perfecto" del segundo. Esta visión simplificada, que presenta a estos dos filósofos como antagonistas uno del otro, es profundamente equivocada y arranca desde muy antiguo, quizá desde la mismísima época de Platón.

Es muy difícil perfilar con precisión el pensamiento de cada cual pues solo nos han llegado trozos sueltos, pero un estudio más detallado puede llevarnos a la conclusión de que, probablemente, vienen a decir algo muy parecido. A diferencia de otros filósofos anteriores y algunos posteriores, Heráclito y Parménides se interrogaron por el ser, entendido éste como la esencia común a todo lo existente, lo que otorga el verdadero sentido, algo misterioso e inexplicable. El ser es único e inmutable y se halla en el fondo de todas las cosas, de las que solo percibimos sensorialmente su apariencia, cambiante y por tanto engañosa. La mayoría de los humanos, según estos dos filósofos, se quedan en este plano de percepción engañosa que les permite tan solo diferenciar unos seres de otros, nombrándolos e identificándolos a tal fin, pero son incapaces -o cobardes- para transitar los caminos de la razón, hacer un esfuerzo de abstracción y preguntarse por la verdadera esencia del "ser". Ambos diferencian así entre "saber y no saber ser hombre".

Tan solo los sabios escogen el camino de la verdad -aletheíe- en contraposición al camino errático de la mayoría. Pero, en el fondo, este camino verdadero tampoco conduce al conocimiento, más bien a la conclusión de que el conocimiento no es posible. El sabio es el que no deja de asombrarse ante el misterio de la existencia; permanece siempre pasmado ante el hecho de que existan los seres y las cosas, asumiendo la incapacidad de la razón para explicar tal misterio. Algún tiempo después de la muerte de los dos pensadores, el oráculo de Delfos proclamó a Sócrates como el mayor sabio, ese que decía de sí mismo que no sabía nada.

Sin pretenderlo y sin nombrarlo, Heráclito y Parménides definieron el espacio del arte, la única forma de aproximación intuitiva a la esencia y a la verdad. Ellos mismos eran, en el fondo, poetas.

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